El trágico destino de Steffany y Natalia | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Junio de 2024

Las recientes tragedias de Steffany Barranco y Natalia Vásquez en Bogotá, asesinadas por sus exparejas, son ejemplos lamentables de cómo el ciclo de abuso y maltrato, puede tener un desenlace mortal. El feminicidio suele ser la culminación de un ciclo prolongado de abuso. El escalamiento de violencia en las relaciones abusivas aumenta el riesgo de homicidio, especialmente cuando la víctima intenta abandonar la relación o buscar ayuda.

El feminicidio es una de las expresiones más extremas de violencia contra las mujeres. Es una manifestación de un sistema que tolera y justifica la cosificación, la dominación y el control sobre ellas.

La impotencia de las mujeres en contextos de violencia de género es un fenómeno que abarca diferentes niveles: emocional, social, económico y legal. Emocionalmente, muchas mujeres se sienten atrapadas en relaciones abusivas debido a la esperanza falsa de cambio, o el terror paralizante a las represalias. Este ciclo de violencia permanece, porque la victima queda atrapada en las amenazas y tácticas de manipulación del agresor, lo que golpea su autoestima y la paraliza en la toma de decisiones.

La normalización de las actitudes de control, posesión y celotípicas, alimentan la violencia de género y los estigmas asociados a las víctimas contribuyen a un entorno en el que las mujeres se sienten juzgadas y desamparadas. Muchas veces, la respuesta institucional es inadecuada frente a la real protección emocional y judicial, lo que se refleja en una falta de protección efectiva.

La violencia psicológica, en particular, es una herramienta poderosa utilizada por los agresores para mantener el control. A través de insultos, amenazas y humillaciones constantes, socavan la confianza de las mujeres en sí mismas y en su capacidad para cambiar su situación. La coerción económica, que incluye el control de los recursos y la imposibilidad de trabajar, agrava aún más la dependencia y el desamparo. Los agresores buscan controlar cada aspecto de la vida de la mujer, limitando su autonomía y su capacidad para interactuar con el mundo: familia, trabajo, amistades y con ellas mismas.

El control totalizador asfixia la individualidad y derechos de la mujer y crea un entorno donde la salida puede ser imposible. Lamentablemente para Steffany Barranco y Natalia Vásquez, fue imposible sobrevivir a sus agresores. Cuando los agresores entraron en sus vidas, quedaron atrapadas en una ciclo de violencia y control. Estos hombres, utilizando tácticas de manipulación y dominación, progresivamente aislaron a sus víctimas de sus redes de apoyo. Steffany y Natalia enfrentaron un entorno en el que cada intento de resistencia o escape fue sofocado por amenazas y actos de violencia cada vez más intensos. Esta escalada de agresiones creó una atmósfera de miedo y desesperación, donde las opciones para liberarse parecían inexistentes, sellando trágicamente sus destinos.

Uno de los aspectos cruciales para el análisis y sobre todo para evitar el feminicidio, es la identificación de patrones de comportamiento y características que pueden ayudar a prever y prevenir este delito. A pesar de que no existe un perfil único que defina a un feminicida, ciertos rasgos comunes, como la necesidad extrema de control y dominio, la historia de violencia previa, actitudes misóginas, y problemas psicológicos son recurrentes.

Debemos sincerarnos como sociedad, estudiar los patrones, que no justifican, ni excusan la violencia, y que pueden servir como indicadores críticos para la intervención temprana. El entendimiento y uso del 'violentómetro' frente al primer asomo de agresiones para medir la gravedad, desde las miradas amenazantes hasta actos de violencia física, para identificar señales de alerta, que permitan actuar, moverse y protegerse de la situación, antes de que ocurra un feminicidio; y evitar repetir el trágico destino de Steffany y Natalia.