La vacunación contra el covid-19 dejó de ser una responsabilidad pública, se ha convertido ahora también en una prioridad de los intereses privados y económicos, pues ante el afán de salir rápidamente de esta situación y llevar inmunidad a sus trabajadores a través de la vacunación en sus empresas e industrias, han empezado a importar vacunas, llegando al país el primer lote de 400 mil destinado para este fin.
Lo mismo ocurre con el nuevo interés personal, pues ya son miles de familias las que, con sus propios recursos, han viajado a Estados Unidos a buscar esa inmunidad que, por ahora, solo está priorizada para una población vulnerable en nuestro país, pero dejando por fuera jóvenes y adultos en edad productiva.
Sobrepasando tristemente seiscientos cincuenta fallecidos diarios, era obvio que los particulares en Colombia, y en defensa de sus intereses, buscaran en el mercado internacional esas vacunas que necesitaban para recuperar rápidamente el 100% de la productividad o simplemente garantizar la salud de los suyos, pues mientras estados como Israel, Reino Unido e incluso Estados Unidos están retornando a la normalidad gracias a la masiva vacunación, en países como el nuestro el regreso a la misma se ve lejos por el grave impacto del virus.
Esto se evidencia en las cifras que cada tarde expide el Ministerio de Salud y que aunque solo se miran de reojo por muchos colombianos confirma que el covid-19 golpea con fuerza a Colombia y nos tiene hoy en el top de países con más contagios y muertes por cada cien mil habitantes. De esta forma, seguimos lejos de llegar a la normalidad.
En un mundo de inequidades, por todo esto son evidentes las condiciones desiguales en que se afronta hoy esta fase de la pandemia. Estados que produjeron o adquirieron de manera rápida vacunas para sus ciudadanos, avanzan a pasos agigantados a la normalidad e incluso en muchos de éstos, el uso de la mascarilla ya no es obligatorio. En países como el nuestro, el virus continúa avanzando más rápido que la vacunación, y tiene al colapso clínicas y hospitales de las grandes ciudades y de las regiones, sin que sea mucho lo que hoy se pueda hacer. Tal vez por esto y empujados por la necesidad, en nuestro país la gente optó por regresar a la normalidad y poco caso hace a mensajes institucionales que buscan disminuir estas tasas preocupantes.
Al Gobierno se le debe reconocer que en su plan de vacunación priorizó a la población que comprende el personal de la salud y a los mayores de cincuenta años de edad, pues de no haber sido así los casos de muertes por este virus en el país hoy serían más altos, pues eran los más propensos al contagio y complicaciones de salud respectivamente. Pero el proceso de vacunación aun no logra el objetivo, lo cual es aterrador por donde se le mire, porque denota que por ahora la carrera no la va ganando el virus y la inmunidad de rebaño sigue lejana.