La avalancha de información y desinformación que circula en redes está convirtiendo a los receptores en adictos a la adrenalina. Masas de adictos a las emociones primarias, provocadas por los estrategas de la manipulación que siguen actuando como si estuviéramos en elecciones. Propagan, de manera irresponsable, incendios de pasiones. Todos gritan y casi nadie escucha. Producen aturdimiento. Lo que resulta inaudito es que el presidente Petro participe activamente en ese juego. Está contribuyendo al extravío de la verdad y la coherencia, a la confusión del pueblo que dirige. No le corresponde seguir fungiendo como líder de un bando en guerra. Fue elegido como presidente de todos los colombianos y parece no querer tomar conciencia de esta realidad.
Para la muestra, unos tweets del día de las multitudinarias marchas en contra de sus políticas. En el primero quiso minimizar la participación ciudadana con una evidente estrategia. Trinó: "Siempre se respetará su derecho a expresarse. Pero siempre tendremos el derecho a informar cuando se desinforme. En general las marchas no tuvieron violencia". Su mensaje se acompañó de una fotografía con la plaza de Bolívar semivacía. Olvidó agregar que, a la hora en que tomaron la imagen, apenas empezaban a ingresar los miles de marchantes a la plaza de Bolívar. En conclusión: desinformó por omisión, señor presidente.
Después publicó otro trino como respuesta a las expresiones insultantes y ofensivas de una señora contra la vicepresidenta, Francia Márquez. Ofensas que condenaron por igual amigos y opositores del gobierno. Una vez más el presidente juzgó mal a millones de ciudadanos pacíficos que protestaron de manera legítima, reduciendo el todo a uno. Otra manera hábil de desinformar descalificando. Dijo el presidente: "Este odio racista es irracional es decir se aleja de todo conocimiento racional humano. Pero con él hacen política. Con él condenaron en 1933 a toda la humanidad a un desastre". Es tan traída de los cabellos esta afirmación que me silenció. Quedé aterrada.
Esto respondió en un trino el lúcido periodista Sebastián Nohra: “Así como el encapuchado impresentable que le quema la casa a una familia pobre no representa al activista promedio del paro de hace un año, esta señora racista tampoco es el promedio de los que salieron ayer. Hacer de la anécdota categoría para ensuciar a miles es deshonesto".
Prefiero pensar que el presidente está mal asesorado en materia comunicacional, a resignarme a reducirlo a uno más de los que quieren una ruptura definitiva en esta Colombia que le sigue apostando a la democracia.
Está aún a tiempo, presidente Petro. La ciudadanía empoderada desbancó a los parlamentarios arrodillados y reclama ser escuchada por usted.
Esto ya es democracia directa.