Desde hace un buen tiempo Ubaté, en el departamento de Cundinamarca, es un lugar inseguro para los perros en condición de calle. Basta ver la cantidad de animales que deambulan por las calles del municipio, muy pocos los respetan y los tratan con empatía, teniendo en cuenta que es un pueblo creyente y fervorosamente católico se echa de menos un trato misericordioso, seguramente algunos siguiendo los pasos de San Francisco de Asís y del Papa Francisco lo son, pero de lo que estoy seguro es que el Alcalde y su administración les siguen fallando a los peludos del municipio.
Uno de estos sábados, a lo largo del kilómetro que antecede la llegada a la rotonda de la vaca, estaban tirados 6 perros muertos a causa, muy seguramente, de atropellamientos. No tomé fotos para evitar ver a mi esposa y mi pequeña hija sufrir con tanta desgracia junta, en una actividad riesgosa como lo es la conducción es posible que ocurra un accidente, pero tantos en tan poco espacio son demasiado y debería generar preocupación en los animalistas del municipio y en todos los ubetenses, algo no anda bien.
La preocupación no es menor si recordamos que el mandatario local es Jaime Torres, famoso porque a comienzos del año ordenó el sacrificio de todos los perros callejeros que permanecieran más de quince días en la perrera municipal porque según él se debía “evitar ese desorden de perros por todos lados”.
Señor alcalde la solución a esta problemática está en sus manos, la entrada a su municipio es una auténtica amenaza para los perros, no sé si se ha dado cuenta, pero basta ver la cola de vehículos que se arma, muchas veces desde el vecino municipio de Sutatausa sin que haya ninguna autoridad poniendo orden y mucho menos una señal de tránsito que advierta que por esa vía transitan animales que merecen ser protegidos en su vida, aunque a su administración no les importen mucho.
Quien haya visitado el municipio últimamente se habrá dado cuenta que la situación de los animales de calle es bastante preocupante, no importan el lugar que visite, vaya al parque principal, a la plaza de mercado, paséese por cualquier calle, en todos lados la triste realidad de los animales está presente, no se necesita ser un experto en políticas públicas para darse cuenta que su programa de esterilización es un fracaso y que, muchas de las muertes de animales en accidentes en el casco urbano ocurren por el caos en que se encuentra sumido el tránsito. Parece que funciona más el tráfico de influencias que el tráfico vehicular, sobra alcalde falta autoridad.
Ubaté es un típico retrato de la desidia administrativa; de los animales y animalistas los políticos profesionales se acuerdan en época electoral pero rápidamente son olvidados en sus ejecutorias, no importa si la ley les ordena establecer un centro de bienestar animal o si se les exigen tratarlos como seres sensibles, da lo mismo. En todo caso si usted no corrige el rumbo, señor alcalde, su amado valle pronto dejará su tradicional reconocimiento y pasará a ser identificado como el valle de la muerte.
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