Pocas veces en la historia unas elecciones presidenciales en los Estados Unidos han motivado la atención del público mundial con tanto interés y preocupación.
Con dos frentes de guerra en donde llueven a diario misiles y armas sofisticadas de diverso tipo, tanto en Rusia y Ucrania como en Israel y los países vecinos, se corre el peligro un sombrío amanecer en el que súbitamente las potencias se vean envueltas en un ataque nuclear y arrastren a la humanidad a una catástrofe humanitaria de proporciones colosales. A su vez, en los círculos de inteligencia militar occidentales no descartan en cualquier momento un ataque terrorista de proporciones gravísimas en los Estados Unidos, que no olvidan lo ocurrido con las torres gemelas y el atentado suicida contra las mismas. En la actualidad con los drones y misiles, el terrorismo cobra fuerza impensable, lo que pone a prueba los servicios de inteligencia de todas las naciones. Fuera de armas nuevas que cobran la vida de los que tienen móviles o computadores, sin importar si son combatientes o civiles.
Para una potencia militar del poderío de Israel, que proporcionalmente se equipara al de los Estados Unidos, dado que cuenta con sus mejores armas, con semejante capacidad de respuesta y con el apoyo de esa potencia ha debido aniquilar a los terroristas en pocos días. La sorpresa es que esas bandas han avanzado en su estrategia suicida y tienen mayor capacidad de sobrevivir, así sus jefes caigan, dado que tienen elementos preparados para sucederlos. Y lo peor es que en cualquier momento se puede convertir ese conflicto en un terrible holocausto nuclear. Antier atacaron la residencia del primer ministro Netanyahu.
Algo similar se puede aplicar a Rusia, que cuando atacó a Ucrania se suponía que aplastaría a ese país en poco tiempo, más con la ayuda de occidente, de la UE y de los Estados Unidos el país resiste, si bien cada vez más destruido y debilitado.
Ese polvorín es el que va a recibir Donald Trump o Kamala Harris y lo peor sería que en esos conflictos que se avecinan el mundo se vea envuelto en otra guerra nuclear.
Al mismo tiempo se piensa cómo influirán esos escenarios en las elecciones de los Estados Unidos. Se reconoce que el expresidente Donald Trump, dada su experiencia en la jefatura del Estado, tendría más capacidad de negociación y los nervios templados para no lanzarse a una guerra que podría arrasar con varios países, así amenace con dejar en átomos volando a cualquier país que amenace al suyo. Ya lo demostró en el pasado y pudo apaciguar a Rusia, moderar a Turquía, ser firme con China y apoyar igualmente a Israel. La Harris es una incógnita al respecto.
Algunos sostienen que la Casa Blanca ha dejado que prospere el conflicto entre Israel y sus vecinos para ser solidarios con su aliado y recibir como de contera su apoyo en la recta electoral, dado que no solamente los poderosos millonarios de Nueva York y del país de origen semita cuentan, sino la realidad de que buena parte de los medios de comunicación están en sus manos. Aun así, las encuestas muestran un virtual empate entre el caballero republicano y la dama demócrata. Lo cierto es que, desde lo geopolítico, ambos candidatos al defender a su aliado sirven a sus intereses cruciales en esa conflictiva región del mundo.
En este cuadro, para los votantes independientes de ese país, lo mejor sería que ganara Trump, dado que alguna posibilidad tiene de echar agua a la hoguera. Lo que podría favorecer el voto juvenil y de las madres que no quieren que sus hijos vayan a la guerra. Lo mismo que la población estadounidense no está por una claudicación frente al terrorismo, dado que lo han sufrido. Quizá, las grandes empresas ligadas a la industria militar piensen distinto dado los jugosos negocios y utilidades que reciben por cuenta de la venta de armas.
Lo mismo que se debe sopesar el hecho de que al estar medio empatados los dos candidatos a pocos días de elecciones, siendo la vicepresidenta la que enfrenta a Trump, también es responsable del desencanto generalizado con el gobierno por sus diversos errores y fracasos. Por lo general, un candidato oficial a estas alturas para ganar debería estar muy arriba del opositor, por lo tanto, quizás, ese empate anuncia la derrota del continuismo.