Sin que lo imaginara el mismo Gustavo Petro, dos noticias esta semana seguramente lograrán detener su ascenso en la opinión pública, por lo menos la conservadora. Lo que paradójicamente resulta más llamativo, es que estas noticias ponen en evidencia al candidato ante el segmento de indecisos y desnuda gran parte de las posiciones que el mismo ha radicalizado anteriormente.
La Corte Constitucional en un fallo que sin importar nuestra posición podemos llamar histórico, despenalizo la práctica del aborto en el país sin existir necesidad de justificante alguna hasta las 24 semanas de gestación. La posición del líder del Pacto Histórico no solo fue tardía, tímida sino además demorada. Finalmente termino fue reconociendo la lucha de las mujeres que llevaron a esa decisión, pero sin entrar en la discusión si la eliminación de ese embrión es la solución a los problemas personales, sociales y económicos de esas mujeres. Seguidamente se declaró partidario de cero abortos.
Pronunciarse simplemente en el sentido de preguntarse ¿para que se quieren tener mujeres presas, para después matar los niños de sed y hambre? Ante estas preguntas podríamos hacernos la propia, ¿Podrá ser entonces una posición tan gaseosa propia de alguien que quiere hacer elegir presidente?
Todo lo contrario, la idea de elegir un presidente es para que los niños tengan opciones de vida, calidad de vida y oportunidades de vida, no para no darles vida y evitar con ello que sufran.
De la misma forma, ante la decisión de Rusia de invadir a su vecino occidental, Ucrania, se esperó una posición del candidato y la dio en una entrevista: “que Ucrania ni que ocho cuartos” a lo que insto a preocuparnos por los asuntos internos nuestros.
Seguramente y como lo piensa Gustavo Petro hoy, es un problema de ellos. Sin embargo, la nueva situación y como ella se suceda y culmine, tendrá repercusiones a no tan largo plazo en la forma como vivimos los colombianos.
La Unión Europea, China y Estados unidos, países que influyen directamente en nuestra balanza comercial, estarían ad portas de inmiscuirse en un conflicto que demandara no sol toda su capacidad bélica, sino también la económica.
Pensar que Colombia es la aldea de 1917, que poco o nada importaba geoestratégicamente en el mundo hoy es una torpeza. El proceso progresivo de globalización implica obligatoriamente que cuando Europa se resfría a nosotros nos da tos. Por eso sorprende el desdén con el que ha abordado el tema, seguramente por cálculo político, o tal vez, porque cazarse con una de las partes del conflicto resulta riesgoso en este momento. Sin embargo, de lo que ocurra en las próximas semanas y de las movidas que realice el presidente ruso, dependerá mucho de lo que nos devenga en los próximos meses a nosotros en materia económica.
Tendremos que esperar entonces que, sin importar la magnitud del evento, la táctica utilizada será minimizarlo cuando no le convenga tener una posición firme o magnificarlo cuando con ellos puedan atacar, al contrario, pero en un panorama de tanto indeciso, lo que ellos esperan son posiciones definidas, no gelatinosas y maleables.