A medida que la campaña política avanza, nos encontramos con propuestas que no dejan de ser más de lo mismo, con refritos en todo lo propuesto antes. Lo peor, no existe diferencia en este sentido entre las campañas de Congreso de la República y la Presidencia.
¿La razón? Son propuestas personales, los temas de partido se dejaron a un lado y el cambio surge ahora políticamente de una persona, no de una institución democrática.
Podríamos preguntarnos muchas veces, que sería lo ideal: seguir al hombre o, por el contrario, lo que debemos es seguir unas ideas. Cada posición tiene sus ventajas y sus fallas y de eso nos vamos a adherir para defender lo que creamos. Sin embargo, las consecuencias no son tan sencillas, pues de eso depende la gobernabilidad de un país.
Todo este proceso de individualización de la política, podríamos decir que se materializó con la llegada de Álvaro Uribe Vélez al poder. Desde ese momento los partidos empezaron a ser una notaría de avales, pues su posición ideológica y de formas de gobierno fueron decayendo, lo importante era estar aferrados a un poder, ese que encarnaba un solo hombre. Y es que ese dominio fue total, órganos de control, Congreso de la República, partidos políticos y hasta gremios sucumbieron ante la majestad de la figura presidencial. Como país entramos en la confusión de rodear y respaldar ante la crisis a un presidente, a entregarle a su decisión y arbitrio las decisiones importantes, donde como ciudadanos debíamos estar presentes todos, pero pasamos de opinar a acatar a una sola figura.
Las consecuencias hoy se evidencian: es la dependencia necesaria de unas generaciones de colombianos que convirtieron el proceso electoral en la búsqueda del hombre que salve todo, el ungido que no se equivoca para corregir y cambiar todo, pues su sabiduría máxima solo produce propuestas exitosas que nos llevarán al primer mundo. No se necesita a nadie más.
Todo podría folclóricamente aceptarse, sin embargo, el endiosamiento de las personas está llevando a los electores a justificar, perdonar y hasta olvidar todo, desde lo más superfluo hasta lo más profundo en las actitudes de su candidato.
Escándalos de corrupción, personales, de comportamiento y hasta de posturas políticas y pactos con personas que se posicionan en las antípodas de la línea ideológica, son el pan de cada día en esta campaña.
Sería bueno que en algún momento la campaña tomara su rumbo, el que se requiere para lograr posiciones definidas sobre la inminente crisis económica hacia la que avanza el país, no solo producto de situaciones internas, sino de tensiones y la reacomodación mundial después de pandemia; posiciones sobre la violencia e inseguridad en la zona urbana y en las últimas semanas en la zona rural, porque de seguir así este país que solo está viendo show y tick tock de sus candidatos, tendrá a quien, sin dirección, gestione solo la solución de sus problemas. Yeso sabemos por lo acontecido en el pasado, siempre sale mal.