En estos días varias personas cercanas me manifestaron su angustia por la inseguridad que se vive en Bogotá. De todas las charlas que tuve, puedo concluir lo siguiente: los establecimientos en centros comerciales obtendrán mayor clientela en las próximas semanas debido al sincero temor de muchos comensales de ingresar a restaurantes o locales que den directamente a la calle.
Muchos amigos y familiares me enviaron memes mostrando un sujeto fuertemente armado y con la frase “listos para ir a desayunar a Chapinero”. Más allá de lo chistoso es inevitable sentir zozobra y preocupación, como lo expresé en mi anterior columna, los bogotanos vivimos prácticamente entre tiros y atracos.
Nada de esto es normal. Es resultado de una pobre política de seguridad distrital y nacional que ha dejado acumular un problema que hoy los hechos comprueban se está saliendo de control.
Me da rabia escuchar a personas que se quejan de la incontrolable criminalidad, pero que votan por los políticos que la fomentan. ¿Qué pensaban que iba a suceder? Petro, como la izquierda, cree firmemente que enfrentar al criminal es un acto “inhumano”. Por eso, no sorprende que quiera pagarle y premiar a los bandidos que nos roban. Lastimosamente, a veces nos merecemos nuestro presente.
Por otro lado, he escuchado últimamente a muchos opinadores afirmando que necesitamos al ‘Bukele criollo’. Otro debate personalista y facilista que, en mi opinión, nos evita el verdadero debate de cómo recuperaremos la seguridad. Yo no creo que se puedan imitar modelos tan fácilmente, mucho menos que estos funcionen.
Colombia es 54 veces más grande que El Salvador, ocho veces su población y con organizaciones criminales mucho más complejas. Claro, resalto la vocación y voluntad de Nayib Bukele, pero son circunstancias considerablemente distintas las que viven nuestros países.
Necesitamos volcarnos nuevamente en el esfuerzo, jarto pero necesario, de motivar el apoyo popular hacia un fin determinado: erradicar la criminalidad. Sin seguridad no hay desarrollo y sin justicia jamás habrá seguridad.
¡Y claro que se puede! En el caso de Bogotá la impunidad traducida en reincidencia en el delito se debe resolver. Todos los bandidos que lograron capturar en los últimos días tenían antecedentes, ¡muchos! Como en EEUU, debemos generar penas graves para quien reincida en el delito. Three strikes and you’re out (tres oportunidades y estás fuera), una doctrina con penas progresivas que terminan, en la tercera ocasión, en una pena sumamente alta, casi perpetua.
Para lograr lo anterior no solo se necesita justicia efectiva, se necesitan más centros de reclusión y un aumento radical en el pie de fuerza y la capacidad de investigación y juzgamiento. Parecen obviedades del discurso político. Gobierna bien el que logre materializarlas.
En la próxima columna, presentaré tres propuestas concretas para que, por lo menos Bogotá, consiga los recursos necesarios para iniciar una política criminal propia, a mediano y largo plazo, que resuelva el calvario que vive la capital.