Un diálogo dilatado e inconcluso
La película sobre Hipatia de Alejandría, presentada hace unos días en Colombia, nos da pie para comentar nuestra indecisa posición frente al reconocimiento del Estado Palestino en el Consejo de Seguridad de la ONU. Recordemos: bajo el imperio de los asirios (siglo VIII a.C.), la zona montañosa al sur de lo que hoy constituye el Estado de Israel, fue conocida con el nombre de Judea y fue rebautizada posteriormente por los romanos como Syria Palestina, hacia el siglo II de la era cristiana.
Fue una región dedicada al pastoreo, a los cultivos de pan coger y a la pesca, en donde convivían y compartían tribus separadas por sus creencias, costumbres y hábitos culturales. Semejante experiencia fue emulada un milenio después durante la época del almojarifazgo de Córdoba, en donde cohabitaron pacíficamente cristianos, judíos y musulmanes, quienes transaban bienes y productos dentro del más floreciente comercio cultural y social.
Infortunadamente, lo que pudo ser fascinante y próspero ejemplo de respeto, solidaridad y convivencia, se vio truncado por la intolerancia religiosa, el odio y el salvajismo, despertados entre la plebe desde las más altas esferas del poder, tanto en Alejandría antes, como en Córdoba después.
Algo semejante pudo haber ocurrido en 1948, cuando se dio la oportunidad a judíos y a palestinos de compartir como Estados independientes una tierra donde sus ancestros bíblicos habían echado raíces.
Por equivocación, por falta de visión política, los jerarcas palestinos vieron la decisión de la ONU -realmente fue de los “cuatro grandes”- como una decisión más del poder colonial que insistía en determinar sus destinos, cuando en realidad lo que se buscaba era la creación de dos Estados, con los derechos y responsabilidad inherentes a su nueva condición. Pero no se favoreció el necesario y persuasivo diálogo.
Con mucha razón, el presidente colombiano Alfonso López Pumarejo, quien presidía el trascendental Consejo de Seguridad de la época, insistió en la urgencia de ese entendimiento y, al no lograrlo, se abstuvo en la arbitraria votación y dijo para la Historia esta memorable sentencia: “Antes de solucionar un problema, estamos creando una crisis política indefinida”.
Aquí y ahora la premisa sentada por nuestra Cancillera parte de un presupuesto que pone en duda el derecho palestino a tener su propio Estado, como realmente se buscó en 1948. Sin desconocer que, hasta el momento, el odio de Hamas, su política brutal y terrorista, obligó a Israel a suspender conversaciones mientras no existiera seguridad para su existencia; tampoco podemos obviar que el Gobierno israelí, presionado por el sector extremista ortodoxo, sigue desafiando la conciencia palestina y la paciencia de la comunidad mundial, con sus arbitrarios asentamientos humanos en territorio bajo su dominio militar.
Con agudeza, el presidente Mahmoud Abbas vislumbró que, una vez reconocida Palestina como Estado, bien por el Consejo de Seguridad o por la Asamblea General de la ONU, Israel no podrá dilatar mas un diálogo que lleva siglos sin concluir...Y en ese momento ¿Colombia desafiará una vez más a la comunidad internacional y a la Historia?