ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Marzo de 2013

Benedicto, el  peregrino

 

"Con su cayado seguirá indicándonos el camino de la Verdad y la Vida"

El papa Benedicto se ha marchado.  Lo ha hecho por la puerta grande de San Pedro, ante la vista  -entre sorprendida y adolorida- de dos mil millones de televidentes, no todos necesariamente creyentes. Lo ha hecho después de dedicar todo su período vital, como insigne teólogo, a la investigación   creativa de  nuestra religión, para enseñarnos una comprensión cada vez  más lúcida de sus doctrinas y creencias.

Sus enemigos no le han dado tregua ni cuartel, pero él tampoco ha sido inferior a sus embates, muchas veces esbozados y matreros. Su glorioso pontificado, de apenas ocho años, pasará a la historia como uno de los más agitados en cuanto a la defensa de la doctrina, pero también como uno de los más fructíferos en la evangelización de la Palabra y en el afianzamiento de nuestra fe.

Su poder moral ha sido inmenso y puede asegurarse que su paso por la Vicaría Mayor contribuyó a  acrecentar la ya enorme  influencia  política de la Iglesia. Aprovechando al máximo las nuevas tecnologías, optimizó la labor pastoral y actualizó y modernizó la presencia de sus luces en los todos los rincones del planeta.

Sin embargo supo entender que esa ciclópea labor demandaba de toda su fortaleza no sólo espiritual sino física y dio un paso al costado para que un Vicario más joven la pueda realizar. No ha sido cobardía sino sabiduría y pragmatismo. Su mejor servicio ha sido hacer mutis por el foro en el momento oportuno. 

El trono ha quedado vacante para que lo ocupe un prelado que, a su imagen y semejanza, entienda la importancia de combatir el materialismo, el racionalismo y el relativismo light de los tiempos  que corren.

En su último libro sobre la infancia de Jesús nos advierte que las palabras del Señor son más grandes que nuestra razón. Que superan continuamente nuestra inteligencia y que por eso es necesario entenderlas y asimilarlas para poder dimensionar nuestra propia identidad como creyentes y así estar en permanente comunión con sus enseñanzas y propósitos.

¡Qué lección de vida para combatir el oportunismo religioso y así poder enriquecer nuestro bienestar como cristianos y no sólo tratar de acomodar nuestras prácticas religiosas a  nuestros mezquinos intereses!. Toda su permanente lección teologal ha sido hacernos entender que nuestras creencias y principios están por encima de nuestras falsas pretensiones mundanas. Y estamos ciertos que sus mejores enseñanzas están aún por venir...

 

Al renunciar a todo poder terrenal y dejar de ser el Vicario de Cristo para convertirse en un peregrino más remplaza sus sandalias de pescador por el cayado del peregrinaje. Un peregrinaje por la paz, la vida y la esperanza. Continuará -sin prisa pero sin pausa- en su misión teologal, que nos permitirá una mejor comprensión de un corpus más coherente de nuestras creencias y doctrinas católicas.