Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Octubre de 2015

OPINIÓN ORBITAL

Ganar la paz

 

La  paz hay que ganarla. En 1918 las potencias aliadas ganaron la guerra sobre Alemania pero no ganaron la paz. Por eso vino la II Guerra Mundial y cuando esta finalizó los aliados volvieron a ganar la guerra a las potencias del eje, pero en esa oportunidad tampoco ganaron la paz. Por ello sobrevino la guerra fría y hasta el presente el mundo entero ha vivido escenarios de constante confrontación.

En Colombia ha acontecido algo similar. En 1958 cayó la dictadura de Rojas Pinilla y se acabó la guerra fratricida entre liberales conservadores, pero no logramos la paz y continuamos la conflagración por otros muchos años. Ahora los esfuerzos del presidente Juan Manuel  Santos están encaminados a extirpar esa violencia demencial y a silenciar los fusiles. Pero como se están presentando las cosas tampoco estamos alcanzando esa paz, porque no estamos derrotando los celos y recelos de sus adversarios.

El Papa Paulo VI nos dejó como legado esta máxima: "Debemos ser solidarios con la paz, porque todos somos responsables". Nunca esa advertencia ha sido tan válida como lo es ahora. El sectarismo político ha sido nuestra perdición como nación desde los tiempos de la Independencia y puede seguir siéndolo para nuestro actual proceso de paz. Sectarismo que se termina imponiendo a nuestra indiferencia.

El pasado debate sobre lo que se ha dado en llamar "Marco Jurídico para la Paz", realizado en el Senado de la República esta semana, es prueba palpable de que ese sectarismo hirsuto sigue vivito y coleando. Las intervenciones visceralmente negativas del expresidente Álvaro Uribe y del procurador Alejandro Ordóñez nos están indicando que esa paz está lejos de ganarse. Cada día se hace más evidente que si los colombianos de bien no logramos la paz entre nosotros, no podremos consolidarla con los alzados en armas.

Pensando en términos sectarios en el buen sentido de la palabra, el sentido de secta, el gran perjudicado será nuestro querido partido conservador. Veamos por qué. Instrumentado el Frente Nacional el liberalismo se dedicó desde el poder a revitalizarse y el conservatismo a burocratizarse. Y se fue desdibujando doctrinariamente. Hoy esa historia se repite. Mientras el liberalismo defiende a capa y espada los empeños pacificadores de su jefe Santos, el conservatismo permanece en la penumbra de las indecisiones sobre el tópico y deja que dos energúmenos como son Uribe y Ordóñez ocupen sus espacios y se proyecten como adversarios del entendimiento.

Es una situación de alto riesgo para su futuro. En seis meses la suerte estará echada y el posconflicto será determinado por los amigos de la paz. Los conservadores tienen que pellizcarse y dedicarse a diseñar un partido con unos programas acordes con los tiempos por venir. Hasta los vapuleados y despistados izquierdistas se están dando cuenta y afanosamente buscan acomodarse a las nuevas circunstancias. 

 

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Adenda uno

Hoy más que nunca el pesimismo pareciera ser la bandera conservadora.

Adenda dos

Y se consolará con ganar en las próximas elecciones pequeñas alcaldías.

ernestorodriguezmedina@gmail.com