Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Noviembre de 2015

 

"Vida socrática: del más sabio y el más justo"

OPINIÓN ORBITAL

La trilogía del martirio

En una ocasión el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo nos hizo singular confesión: "Siempre he tenido una cierta envidia por el fervor que los laureanistas profesaban por su jefe. Y mucho me temo que esa misma pasión la han heredado los alvaristas por su hijo". Y no se equivocaba el político liberal que sostuvo con los dos una rivalidad visceral durante varias décadas. 

Pocas veces en nuestra agitada historia partidista, dos caudillos despertaron tanta admiración y afecto entre sus miles de seguidores, mientras ambos escribían las páginas más brillantes de su partido, el conservador, en los últimos cien años. Álvaro a secas, como él mismo se bautizó en campaña, heredó de su ilustre padre no sólo las ideas conservadoras y la misión de defender sus doctrinas, sino de hacerlo en forma apasionada pero transparente, con acrisolada ética y fascinante estética.

Como caso único en la política contemporánea Álvaro padeció en el ejercicio de su liderazgo una alucinante trilogía de martirio personal y familiar, sin antecedentes: en su juventud fue desterrado, en su madurez secuestrado y  en la plenitud de su vida, asesinado. Su parábola fue socrática, así como socrática fue la forma como disfrutó cada uno de sus esplendorosos días. El mismo fundamento de su devenir moral, "el hombre más sabio y el más justo", en una búsqueda misional de la sabiduría y la virtud. De la verdad y la justicia.

Como los grandes del Renacimiento todo lo que hacía o emprendía buscaba la excelencia. Cuando ejerció el periodismo lo hizo dominando todos sus secretos y vericuetos. Fue sesudo editorialista. excelente diagramador, cáustico caricaturista, espléndido dibujante. Cuidadoso analista y extraordinario maestro de periodistas. La televisión la manejaba magistralmente, así como  sus cátedras universitarias o intervenciones senatoriales. La arquitectura de su prosa iba a la par con la fortaleza de sus argumentaciones 

Si bien era sencillo hasta una cautivante humildad, la grandeza de su espíritu y su  arrebatadora y elegante personalidad, lo convertían en un ser superior, incluso atemorizante. Su propia figura proyectaba e infundía un profundo respeto a sus interlocutores. Su bien timbrada voz, nunca necesitaba elevar sus decibeles para concentrar la atención y cautivar no solo a unos pocos sino a toda una sala. Fue un refinado y exquisito expositor, a la vez que un formidable polemista.

Lector voraz incansable como avezado políglota que era -dominaba varios idiomas a la perfección- su biblioteca era un verdadero tesoro por la esmerada selección.

Por muchos años gozamos de su amistad, y tutoría intelectual, especialmente cuando nuestras misiones diplomáticas coincidieron en Nueva York y Washington. Fue un verdadero deleite espiritual recorrer con él sitios emblemáticos, museos, teatros, restaurantes. 

En una de esas jornadas fuimos testigos excepcionales de un singular "cruce de sables intelectuales" con  el Nobel mexicano, Octavio Paz. El tema "La revolución en América". Al cabo de un intenso debate, la despedida del azteca fue inolvidable: "Señor Gómez, no todos los días tiene uno el placer y el  privilegio de poder gozarse una inteligencia superior como la suya".

ernestorodriguezmedina@gmail.com