Escape | El Nuevo Siglo
Jueves, 9 de Febrero de 2017

Le seguirán dando palo al Presidente Trump por su política contra migrantes y forasteros indocumentados en Estados Unidos. Todo indica que no cederá ante opositores ni jueces.

Sin embargo, hay que cuestionar también a países que están forzando la salida y fuga de sus ciudadanos.

Millones de refugiados ya llegaron a la eurozona en procura de un nuevo intento de supervivencia.

Debieron salir de sus naciones por miedo a guerras, racismo, odios, divisiones políticas, hambre, sed, desempleo y violación de sus derechos civiles,

Han tenido que migrar en busca de un Gobierno que los acoja, les de aunque sea un albergue modesto, comida y la opción de un empleo, ingreso, salud y educación.

Irak, Irán, Siria, en general Medio Oriente, África, Asia, Caribe y América Latina, son regiones que estimulan la migración global.

Todo parece culpa de los países a donde llegan estas personas.

Poco o nada se dice de la responsabilidad política, social, cultural y religiosa de los países de origen. Donde nace la crisis es donde se debe actuar.

Bien que un hijo se independice y marche a la aventura de la vida. Mal que todos quieran escapar porque en casa no se sienten a salvo.

Bien que un miembro del hogar asuma su compromiso con la vida y decida andar su propia ruta. Mal que se desintegre la familia porque todos temen, nadie se siente cómodo ni seguro.

Cosas malas deben estar pasando para que todos estén dejando la casa, abandonando el hogar.

Es lo que sucede con el drama de más de 100 millones de migrantes y refugiados que hoy viven el calvario de la indiferencia y exclusión.

Se mira y señala al país que los acoge o rechaza, pero no acusamos al Gobierno o país de origen que los está llevando a esa situación de desespero y desesperanza.

Si el mundo fuera un lugar feliz, con igualdad, justicia y equidad, muy seguramente los ciudadanos permanecerían en sus lugares de origen.

Si en cada país se respetan los derechos humanos, hay acceso a la tierra, al crédito bancario, al trabajo, a la educación, a la salud, al esparcimiento y al emprendimiento, los refugiados y migrantes no serían tantos.

Uno se va porque está mal. La gente se marcha porque quiere paz y prosperidad. Los hispanos llegan a Estados Unidos porque en sus pueblos no hay que hacer, abundan inseguridad, corrupción, desempleo y hambre.

Casi 60 millones de hispanos llegaron a Estados Unidos, principalmente desde México, porque en sus lugares de residencia sus gobiernos y empresarios no fueron capaces de darles una vida digna.

Nadie quiere irse de su región si le va bien y es feliz.

60 millones de refugiados llegaron a Europa en busca de abrigo y comida. Hay que mirar la responsabilidad de países que promueven este escape humano.

Trump en el ojo del huracán. Y países que hacen inviable que sus gentes se queden en casa. Qué gobiernos y empresarios están comprometidos, no deben pasar de ‘agache’.