La grandeza de Ayacucho | El Nuevo Siglo
/ Pintura del Mariscal Antonio José de Sucre
Domingo, 5 de Enero de 2025

En estos días la exaltación de la importancia política y militar de la batalla de Ayacucho nos recuerda que nuestros héroes han sido determinantes para consagrar la libertad y la democracia en Hispanoamérica. En Ayacucho las armas colombianas cambiaron el curso de la historia, luego de trescientos años de haber permanecido como ausentes del desarrollo político, económico y social del escenario global.  

El 9 de diciembre de 1824 el general Antonio José de Sucre enfrentó al virrey La Serna y a los más experimentados generales de España, que se habían destacado en la lucha por liberar la Península de la ocupación por parte de las aguerridas tropas de Napoleón. Es verdad que el general José de San Martin había llegado con sus tropas a Lima y proclamado la libertad del Perú, gracias a que la capital había sido abandonada por los realistas. Pero a la larga esa retirada resultó una maniobra estratégica para reagrupar fuerzas y contratacar a los independentistas de nuevo, esta vez con apoyo de algunos grupos locales que tenían nostalgia de la monarquía.

El insigne general San Martín, quien antes había liberado a Chile, se encontraba en una encrucijada por cuanto las Provincias Unidas de la Plata alegaban carecer de recursos para financiar la guerra en Perú. No entendían que si Lima mutaba al régimen monárquico español, la libertad del resto de América peligraba. Esto porque en tierras incas estaban las fortalezas como el Callao, desde las cuales se controlaba el Pacífico.

No hay que olvidar que Perú tenía fronteras con Colombia y con las Provincias Unidas. De allí su inmensa importancia geopolítica y también su riqueza. Cuando el Libertador se enteró de los apuros que amenazaban a San Martín, de inmediato le ofreció su apoyo. Además, Bolívar estaba al tanto de que Guayaquil había logrado independizarse y existía la amenaza de que se sumara a Panamá y el Perú, con el objetivo de conformar la República del Sur.

El Libertador envió a las volandas al general Sucre, con la misión de atraer a Guayaquil por la vía diplomática, así como de liberar, de ser posible, a Quito, en donde las fuerzas realistas se recuperaban y amenazaban con intervenir en Colombia, como en efecto lo hicieron. Fue así que cuando el Libertador asumió la conducción de las tropas colombianas para avanzar al sur, enfrentó una muralla adversa de realistas locales y peninsulares que le impedían el paso. En el entretanto, Sucre consiguió seguir desde Buenaventura al Ecuador, donde se dio la sorpresiva batalla de Pichincha, a más de 4.784 metros sobre el nivel del mar, con la que liberó a Quito. Con tropas mal armadas llevó la lucha al Perú y facilitó la derrota de los monárquicos del sur de Colombia, todo esto para que el Libertador pudiera pasar a Quito. Es allí donde se entera de que San Martín ha perdido el control del Perú.

Las finanzas de Colombia estaban exhaustas y Santander desde el gobierno facilitaba, a cuentagotas, apenas parte de los recursos que demandaba el Libertador para liberar el Perú. Pocos entendían esta guerra de liberación que libraron las tropas colombianas, cuando hasta entonces los conflictos se daban por razones políticas, económicas y de conquista.

El Libertador y Sucre se empeñaron en esta guerra con la misión dar la libertad al Perú y establecer la democracia. El segundo, por la vía diplomática, consiguió que Guayaquil se sumara a Colombia y con febril entusiasmo fortaleció sus tropas y les dio uniformes de paño a sus soldados que, por un tiempo, debieron moverse en los Andes a más de 4.000 metros de altura, en donde sufrieron toda suerte de penalidades.

El binomio Bolívar-Sucre logró lo imposible cuando, entre otras cosas, en Bogotá el Congreso le quitaba el mando de las tropas al Libertador. Sucre asumió la conducción de las mismas, salió de Lima y llevó la guerra a la sierra, con órdenes de esperar refuerzos de Colombia y evitar una riesgosa confrontación total. En tanto los realistas reconstruían sus tropas con apoyo de la población local y de los indígenas. Todo ello hasta que el virrey La Serna, con su ejército, le tendió una trampa a Sucre en Ayacucho. Ante esa coyuntura, el beligerante y valiente general resolvió entrar a fondo en combate, arengando y desplegando banderas de casi todos los países de la América libre, pese a que los realistas casi lo doblaban en número y estaban mejor armados.

Sin embargo, el genio militar de Sucre consiguió destrozar al enemigo y obtener una victoria que parecía imposible. Batalla en la que se destacaron varios generales venezolanos y el propio Córdoba, lo mismo que Manuelita Sáenz, que de momento no figura en el parte de guerra, mientras se le informa su ascenso a coronel al Libertador, por su valerosa actividad en rescate de los heridos...

Como dijo el Libertador: Ayacucho solo es comparable, en su importancia, a Waterloo.