La preocupación de las administraciones por la seguridad es grande y más aún, ahora que se avecinan campañas por alcaldías y gobernaciones, todos los candidatos quieren presentar alternativas creíbles y realizables para conquistar el favor de su electorado. Es por ello que desde esta columna les quiero recomendar tengan muy en cuanta el control del espacio público, porque este problema es uno de los lunares más representativos, que juega en contra de la seguridad, tranquilidad y buen aspecto de las ciudades. Es un debate en ciernes para poner en manos de las autoridades, tanto administrativas como policivas, herramientas que faciliten su control y organización.
En cuanto al espacio público existen diferentes situaciones de acuerdo a los sectores y la actividad desarrollada por ocupantes, quienes se adueñan de andenes, terraplenes y cuanto lugar desprovisto de control encuentren, perjudicando a dueños y dependientes de almacenes establecidos de acuerdo a la ley. Los hay, también, quienes trabajan con la complicidad de negocios donde les entregan la mercancía para venderla en las afueras; estos negociantes son volátiles y transitorios, están en el rebusque, pero si el negocio se presenta próspero se organizan y acometen toda una franja del lugar, adueñándose de los puntos clave, dando lugar a la aparición de organizaciones delictivas, encargadas de operar económicamente el territorio, que termina deteriorándose en perjuicio de la ciudad y concepto de seguridad.
Otro tipo de vendedor es el de comestibles, con una organización diferente a la anterior, pues se sustentan en trabajo familiar, no son tan peligrosos como los transitorios, pero que invaden los espacios convirtiendo el sector en lugar para expendio de comidas, que van creciendo con el paso de los días, hasta tener cuadras enteras penetradas de estos mercaderes, quienes también caen en la red del matoneo y control del espacio mediante presiones inclusive la extorsión.
Hace algunos años a la zona del Campin llegaban grupos de vendedores quienes invadían las avenidas con productos alimenticios; la lucha era muy dura porque no teníamos recursos jurídicos para decomisar comida, ni lugar donde almacenar estos alimentos. La salida inteligente fue organizar sectores para las ventas, invitando al aficionado a evitar comprar en la calle y hacerlo en estos lugares más ordenados, aseados y controlados. Esta historia demuestra la posibilidad de organizar esos grupos, que muchas veces como lo venimos sosteniendo, son de orden familiar.
Los mandatarios municipales pueden apoyarse en la facultad de organizar aquellos comerciantes, estrategia nada fácil de implementar, porque su clientela es callejera y transeúnte, razón por la cual ellos desean estar lo más cerca posible del cliente, pero una buena alianza entre comerciantes y establecimientos de comidas puede dar origen a una organización, controlada y protegida de la extorsión. Los kioscos son una buena alternativa evitando aquellos transitorios.