El discurso del presidente Petro está habituándose a dos estribillos que los repite con insistencia y desenfado: el primero, que todo lo que sale mal -o no sale- tiene una causa imputable en sus antecesores. De cada diez trinos del presidente en ocho por lo menos hace uso del espejo retrovisor. Se está volviendo casi enfermiza esa manía de echarle la culpa de todo lo habido y por haber a los gobiernos anteriores.
Claro, siempre habrá -cuando no se mira sino para atrás- algún vínculo de todas las políticas públicas con los gobiernos anteriores al 2022. El problema es que a los presidentes los eligen para resolver los problemas: no para que hagan las veces de historiadores de su propia incapacidad para encontrar soluciones.
Cuando el uso del espejo retrovisor se convierte en permanente manera de explicar los actos o de encubrir los titubeos del gobierno en ejercicio, las decisiones públicas derivan hacia un permanente mirar hacia atrás y un constante cuestionamiento de otros, y dejan de ser análisis transparente de la acción gubernamental propia.
Y un último inconveniente: cuando un conductor se engolosina en demasía con el espejo retrovisor -como le viene sucediendo al gobierno Petro- y deja de utilizar el vidrio panorámico que tiene hacia adelante, lo más factible es que termine en un estrellón monumental.
El otro estribillo de este gobierno -cada vez más frecuente- es: no me dejan actuar; tengo las manos atadas por el Congreso; por las cortes; por las leyes; en fin, por todo el mundo. Y como no lo dejan actuar, está disculpado de antemano de todo aquello que no se hace o se termina organizando en medio de una improvisación total.
¿Qué el Congreso no lo deja actuar? La aprobación de la ley de pensiones, la reforma tributaria del 2022; el plan cuatrienal de desarrollo (2022-2026); la ley sobre la jurisdicción agraria, son apenas algunos ejemplos que desmienten aquella cantaleta petrista de que el Congreso lo tiene maniatado.
Pero, claro, el gobierno no tiene más del 25% de las bancadas parlamentarias. No puede pretender entonces que el 75% restante le apruebe a las volandas y a pie juntillas todo lo que se le ocurra llevar a consideración de las cámaras. Tiene que haber transacciones, tienen que ceder, y tiene que prestarse a llegar a acuerdos si quiere alcanzar logros legislativos más rotundos y rápidos.
Este es el procedimiento propio en un régimen de democracia representativa. El presidente Macron de Francia acaba de disolver la Asamblea y convocar a nuevas elecciones, por ejemplo, cuando se dio cuenta que con el magro resultado obtenido en las elecciones europeas no podía seguir gobernando eficazmente con la minoría de que dispone en la cámara de diputados. Situación que va a intentar remediar -con gran riesgo político sea dicho de paso- en las elecciones convocadas para este domingo y el próximo.
Este estribillo petrista de “no me dejan gobernar” se está convirtiendo en algo alucinante cuando se refiere a los acuerdos de paz que se firmaron con las Farc en 2016.
Según la versión petrista estas fuerzas oscuras no lo están dejando cumplir -como él quisiera- el programa de paz que se firmó en aquel entonces. Y lo que es más sorprendente: se dispone a hacer presencia en la asamblea general de las Naciones Unidas para denunciar que estos enemigos agazapados no lo están dejando cumplir los acuerdos de paz que se firmaron con la guerrilla que se desmovilizó en 2016.
¿Quiénes son los que no está dejando cumplir tales compromisos? Si hablamos del punto número uno de los acuerdos de paz denominado “reforma rural integral” por ejemplo, bastaría con recordar que nunca el ministerio de agricultura -principal encargado de hacer cumplir estos acuerdos rurales- había recibido un presupuesto de la magnitud de la que hoy dispone (más de $9 billones) para la vigencia fiscal de 2024.
Este cuentico de que hay fuerzas oscuras conspirando para que no se cumplan con los compromisos de la paz suena más a cuento chino que a otra cosa.
O a un estribillo que conjuga los dos relatos que tanto utiliza ahora: el de echarle la culpa a los demás, y la retahíla de que este gobierno tiene las manos atadas por lo cual no puede actuar.
POSDATA: Es curioso el procedimiento jurídico que está aclimatando el gobierno: lo que no sale como ley se echa por decreto.
De dos cosas una: o están metiendo en los proyectos de ley asuntos que no son del ámbito de las leyes, o están sacando por decreto temas que son del resorte de la ley.
El desorden jurídico es patente.