En el Congreso se tramita un proyecto de ley estatutaria que busca regular la eutanasia en Colombia. Es de anotar que desde 1998 ha habido 14 propuestas en esa dirección y ninguna ha sido aprobada. Y esto es comprensible, puesto que legalizar la eutanasia en realidad significa introducir en el corazón de la sociedad la transgresión de la prohibición de matar, así el asunto se edulcore declarando que el objetivo del proyecto es “proteger el derecho individual a decidir y juzgar”.
Aún más, La prohibición de matar es fundamento de nuestra civilización. Aunque solo fuera por el principio básico de cautela, se debería rechazar un “matarás a veces” o “bajo ciertas condiciones”. Nuestra civilización ha progresado eliminando las excepciones a la prohibición de matar (venganzas, duelos, pena de muerte). Legalizar la eutanasia significaría volver atrás.
En Francia, donde también se tramita un proyecto similar bajo el título de la “ayuda a morir” ha habido una fuerte oposición en especial por la lentitud con que el Estado afronta la mejora y universalización de los cuidados paliativos. Por esto más de 175 asociaciones especializadas en atención paliativa emitieron un manifiesto en el que resumen su postura a favor del cuidado de las personas en la etapa final de la vida, del cual extraigo en esta columna los puntos más relevantes, empezando por la afirmación en el sentido de que la experiencia europea demuestra que la legalización va llevando las limitaciones jurídicas iniciales hacia prácticas cada vez más extremas e inhumanas.
Es que la eutanasia y el suicidio asistido son incompatibles con los cuidados paliativos. Se trata de dos enfoques basados en filosofías radicalmente opuestas. La legalización de la eutanasia y del suicidio asistido deriva de la exigencia de autonomía. Los cuidados paliativos combinan la ética de la autonomía con la ética de la vulnerabilidad y de la solidaridad colectiva. Los cuidados paliativos previenen y alivian el sufrimiento, mientras que la eutanasia se dirige a acelerar la muerte intencionalmente. Los cuidados paliativos son tratamientos, la eutanasia es un acto mortal.
Los partidarios de la eutanasia soslayan el hecho de que todos deben vivir con dignidad hasta el final de su vida, puesto que toda persona, con independencia de su estado de salud, tiene una dignidad intrínseca. Incluso en las situaciones más difíciles y menos deseables, los equipos de cuidados paliativos ponen todo su corazón y su experiencia para salvaguardar la dignidad de los pacientes. Al contrario, optar por la muerte no garantiza esa dignidad y supone una renuncia a la condición humana.
“La legalización de la eutanasia no protege a los más vulnerables. Las decisiones personales tienen siempre una dimensión colectiva, especialmente cuando requieren la intervención de terceros, como en la eutanasia o la asistencia al suicidio. Enfrentarse a la muerte y acelerarla es un comportamiento raro y solitario, que reivindican unas pocas personas decididas, pero que sería un peso para las más frágiles: personas aisladas, ancianas o inmigrantes, sometidas a todo tipo de presiones (familiares, sociales, incluso médicas), en una sociedad que prima la eficacia y puede valorar como carga a una parte significativa de su población”.
“Pedir la muerte no siempre significa desear morir. Muy pocos pacientes nos dicen que quieren morir, menos aun cuando están debidamente atendidos y acompañados. Además, cuando piden la muerte, muchos quieren significar una cosa muy distinta de la voluntad de morir. Pedir la muerte significa casi siempre no querer vivir en condiciones tan difíciles. ¿Pedir la muerte porque se sufre es realmente una elección libre? En cambio, los cuidados paliativos restauran la libertad del paciente al final de su vida al controlar tanto el dolor como el sufrimiento mental. En última instancia, la ley francesa les permite solicitar la suspensión de los tratamientos extraordinarios y, en su caso, la llamada sedación profunda y continua hasta la muerte cuando se encuentran al final de sus vidas y consideran que el sufrimiento es insoportable”.
“El fin de la vida sigue siendo vida. Nadie puede saber lo que nos depararán los últimos días. Incluso en esas situaciones difíciles, hemos visto a los pacientes vivir momentos esenciales, hasta el punto de descubrir algunos que la bondad existe, así como valorar la despedida a sus seres queridos. Acelerar la muerte privaría de estos instantes últimos e impredecibles de la condición humana”.
“Los cuidadores están para cuidar, no para matar. La vocación específica de los cuidadores es proporcionar cuidados, dentro de una relación de confianza con la persona enferma. Matar destruye este contrato de confianza y deroga el código de deontología médica. Los cuidadores muestran que son capaces de superar la tentación de la ‘omnipotencia’ a través del encarnizamiento terapéutico o la eutanasia”.