Evolución, en serio | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Febrero de 2023

A pesar de los avances tecnológicos, desarrollados en gran parte luego de la Segunda Guerra Mundial, como humanidad seguimos en espirales de lucha, fragmentación y exclusión. ¿Será ese nuestro inevitable destino?

Las culturas a lo largo y ancho del globo, y sin que las geografías y contextos locales conlleven significativas diferencias, continúan enfrascadas en confrontaciones de todo tipo, que se manifiestan en nuestros comportamientos cotidianos: hemos naturalizado el estar unos en contra de otros; vemos la exclusión como algo esperable e incluso deseable en la interacción humana; creemos que la lucha es la catapulta hacia la evolución. 

Nada de esto es casual, sino el resultado de múltiples causas que podríamos dejar de desdeñar: el patriarcado, vigente hace alrededor de ocho mil años, que estigmatiza y separa todo lo que no es androcéntrico y heteronormativo; el paradigma de la modernidad, que con base en ciencias que se validan a sí mismas sustenta la idea de pelear para evolucionar; la competencia, entronizada como vía para alcanzar el éxito y viralizada en deportes, concursos y realities de todo tipo.  A esto se suman nuestros egos, que se sintonizan muy bien con competir, ganar a toda costa, querer brillar por encima de los otros y estar en el equipo de los ganadores.

Creo firmemente que, si no nos despertamos, nuestro destino no es muy prometedor. Sin embargo, como en la caja de Pandora, de la que salieron todos los males del mundo, también emergió la esperanza y necesitamos trabajar arduamente para salir del entuerto. Sí, tenemos esperanza; es necesario trabajar arduamente en ella y pedir la guía divina si es que queremos cambiar la ruta en la que vamos. Necesitamos pasar de la competencia a la cooperación, de la exclusión al abrazo de todos y de todo, de la lucha al amor. Todo esto no es tarea fácil, pues nos pesan la historia de la humanidad, nuestras historias familiares y las prácticas culturales que durante milenios han hecho que validemos competir, excluir y luchar.

Hoy te invito a que eches un vistazo a tus prácticas cotidianas, invitación que también asumo yo. Podemos construir otros mundos, en los cuales seamos más solidarios, más compasivos, más dialogantes, más amorosos. Por fortuna, cada vez hay más ejemplos de todo ello en nuestras sociedades: hay actividades físicas que no requieren ganadores ni perdedores, comercio justo, trueque e innumerables acciones humanas de amor hacia los otros.

Seguramente todo ello no despertará tantas pasiones como celebrar un gol.  Me dirán que en los deportes hay unión, trabajo en equipo; si no se compite para ganar, ¿cuál es la gracia?  Pero, al final, unos se imponen sobre otros. Creo que el quid está en evolucionar. ¿Lo lograremos?

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