Si todos creen que tienen la verdad sin buscarla, sin conocerla, nadie la tiene. Cuando alguien quiere votar las próximas elecciones, si no busca la verdad -lo mejor para el país- está repitiendo los errores de nuestra historia. Si no hay educación a partir de la moral seguiremos privilegiando a los responsables, que no conocen el concepto del bien común: Aristóteles definía el bien como lo que todos apetecen o desean.
Como la naturaleza es sabia, la persona sana, como todos los animales sanos, desean espontáneamente lo que les conviene: la comida, la bebida, etc. Las cosas que desean son bienes; aunque en algún caso pueden equivocarse en la interpretación de lo que es bien o en la medida en que lo satisfaga y alcance un placer o un dolor.
Aquello que es deseable para la persona humana, aquello que apetece es otro cuento. El desarrollo de la inteligencia amplía enormemente la posibilidad de descubrir el bien: la posibilidad de descubrir cosas que convienen. El instinto busca locamente los bienes que garantizan la supervivencia, pero la inteligencia va mucho más allá. Aprende, enseguida, a desear como bienes aquellas cosas que sirven para lograr los bienes primarios. Por ejemplo, puede proporcionar comestibles: en esa medida es un bien. Para descubrirlo hace falta un razonamiento elemental: un animal es incapaz de captar la relación entre el dinero y la comida. Esta relación no la puede descubrir el instinto, la capta la inteligencia.
Así se aprende a desear como bienes otras cosas que son útiles para conseguir o preservar la comodidad, la seguridad o la salud. Además, como la inteligencia permite prever el futuro, se descubre que son bienes no solo los que satisfacen las necesidades actuales, sino también lo que puede servir para más adelante: enseguida se aprende que es bueno almacenar comida o dinero, aunque de momento no tenga hambre. Pero un niño madura según la educación que le enseñe a apreciar los bienes necesarios que tengan que ver con lo personal, lo primario: habilidades, destrezas y conocimiento.
Con los bienes primarios sentimos que son buenos: gracias a la inteligencia y la educación. Pero debemos saber que son buenos; y, a medida que nos aficionamos a esos bienes, también sentimos que son buenos los que queremos con todo nuestro ser, no solo con la voluntad: por eso nos ponemos tristes cuando nos faltan y alegres cuando los tenemos. Pero ojo, porque estos pueden llegar a ser valorados más de la cuenta. El dinero, la fama, el trabajo, el deporte pueden llegar a ser una esclavitud. La idea debe ser manejada ordenadamente de manera que sea lo propio cuando son los bienes para la persona humana y se llega a amarlos: todo esto forma parte importante, pero solo una parte: de la plenitud humana.
Aprender cuáles son los bienes de la persona humana y llegar a amarlos forman parte de la moral: una parte importante, pero solo una parte: en la moral, además de los bienes, están los deberes.
Fuente: Juan Luis Lorda