Cuando Santos perdió la primera vuelta, puso todo su empeño en ganar la segunda ; movilizó a sus huestes, hizo lo que no está escrito y consiguió la reelección.
Ahora quiere aplicar la misma lógica al plebiscito que perdió con absoluta contundencia intelectual y moral.
Primero, ha querido dividir a las fuerzas que se oponen a sus negociados con Timochenko, para construir un (falso) consenso.
Por supuesto, encontrará uno que otro áulico que pose de contradictor para anunciar que los acuerdos, retocados y aderezados, son la quinta maravilla. Pero eso no le será suficiente.
Segundo, ha pretendido mostrar a las corrientes complacientes con las Farc como una sola fuerza inquebrantable. Pero todos los días aparecen unos y otros sectores reconociendo que los acuerdos de La Habana estaban (y estarán, como los de Quito con el Eln) plagados de trampas y farsas.
Incluso, su propio Vicepresidente, cada vez más sensato y realista, no solo ha sido crítico de la tendenciosa justicia transicional, sino que ahora, ligándolo todo, como hay que ligarlo, se opone a la oprobiosa reforma tributaria con la que Palacio pretende complacer aún más a los extremistas.
Tercero, el Jefe del Estado cree que con haber elaborado una matriz y haber hecho una lectura con algunos sectores de la oposición, ya puede colorear los acuerdos en La Habana, gozar de la venia del Secretariado y hacer el anuncio de un nuevo plebiscito cuando reciba el Premio de la mano de Bob Dylan (si ese día el cantante se encuentra en sus cabales).
En tal sentido, él considera que “el tiempo conspira contra el proceso”, negándose a admitir que la única conspiración es la que se teje en Cuba contra la democracia tanto en materia de justicia, como de reparación, desarme, no repetición y reparación tangible a las víctimas.
De hecho, en su curiosa visión sociológica del problema, todo parece reducirse a una cuestión de cifras, como si en un nuevo plebiscito, la eventual victoria del ‘Sí’ evitase el riesgo que él mismo predice: el de un país “en llamas”.
Porque si de aquí a diciembre Santos ignora la avalancha de opinión (informada y argumentada) que votó ‘No’ y se dedica a retocar las 300 páginas con Timochenko en vez de evitar la refundación del Estado que pretenden las Farc, el nuevo pulso electoral ya no será una trampa, sino dos, y tal como sucede en Venezuela, la resistencia civil abrirá un nuevo capítulo de nuestra historia.