Durante años asistimos impávidos a la muerte masiva de abejas en el país, un evento causado exclusivamente por la acción humana, relacionado directamente con el uso indiscriminado de algunos insecticidas. Luego de investigar el tema se logró evidenciar que los responsables, al menos del mayor porcentaje de estas muertes, eran los denominados neonicotinoides y el Fipronil. Llevamos el delicado asunto al Tribunal Administrativo de Cundinamarca, instancia judicial que amparó los derechos colectivos a un ambiente sano y al aprovechamiento racional de los recursos naturales protegiendo a las abejas y polinizadores por el uso de estas moléculas ordenando el establecimiento de una mesa de trabajado integrada por autoridades ambientales y otros actores cuyo propósito es lograr disciplinar su uso y de ser necesario, como lo está evidenciando la ciencia, retirarlas del mercado y sustituirlas por ingredientes activos amigables con el medio ambiente.
En el marco de esa gran tarea el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) expidió la Resolución 92101 del pasado 2 de marzo, mediante la cual suspendió el registro de los productos formulados que contengan como ingrediente activo Fipronil y que dentro de los usos aprobados están los cultivos de aguacate, café, cítricos y/o pasifloras, teniendo en cuenta que su aplicación en dichos cultivos para controlar insectos ha estado asociada sistemáticamente a la muerte masiva de abejas.
Se debe resaltar que con la suspensión del Fipronil el Estado colombiano reconoce un problema ambiental crónico que tiene enfrentados a apicultores y agricultores, en un conflicto latente que, a pesar de las estrategias pedagógicas procedentes de la institucionalidad y del sector privado para hacer un uso adecuado de acuerdo a las instrucciones de los fabricantes no ha sido suficiente y, nunca será suficiente por la peligrosidad de la molécula, por más bien que se use, sus características impiden que no se causen daños irreversibles a la salud animal y humana, tal como se encuentra ampliamente documentado por la ciencia, evidencias que llevaron a la Unión Europea a prohibir la comercialización de semillas tratadas con este insecticida en el año 2013.
El Fipronil es peligroso para la vida silvestre porque es sumamente persistente implicando que su biodegradación es lo suficientemente lenta como garantizar que llegue a organismos diferentes a los que se ha aplicado, se biomagnífica propagándose de manera sucesiva en los diferentes eslabones de la cadena trófica, y gracias a que no se diluye fácilmente en el agua tiene la capacidad de bioacumularse en los organismos vivos garantizando que se llegue a topes de concentración más elevadas que las que se encuentran en su medio o en los alimentos.
Estas características, por sí solas, nos deben llamar profundamente la atención porque en el mercado de agroquímicos, sin contar los que se usan en animales de abasto y de compañía, existen más de setenta productos que contienen el principio activo Fipronil que se están aplicando en tantos cultivos como productos alimenticios llegan a nuestras mesas. Con seguridad el Fipronil es el rey del mercado de los insecticidas.
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