Francisco en escuela de Santidad (V) | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Junio de 2018

Sentadas las bases de santidad en precedentes Capítulos, pasa, el Papa Francisco, al último Cap. de su ExhortaciónAlegraos y Regocijaos”, en donde se refiere a tres elementos que entran en su vivencia. Complementando el gozo espiritual enseñado en su primera Encíclica, “La Alegría del Evangelio”, invita a ponerle atención a estos elementos que hay que colocar para su plena vivencia: Combate, Vigilancia, Discernimiento”. Advierte que es preciso poner en la primera línea del combate “la lucha constante contra el diablo, príncipe del mal”, pues, a pesar de la victoria de Cristo sobre él, se siente que “el poder del maligno está entre nosotros”, y tiene fuerza destructora. Es preciso, entonces, no bajar la guardia frente a él, ni minimizar sus diversas manifestaciones. Es él quien siembra odio, tristeza y envidia, siendo siempre él “león rugiente” (IP. 5,8) que nos ronda (non. 159-161).

Avanza advirtiendo que las asechanzas del diablo convierten el camino hacia la santidad en “lucha constante”, en la cual tenemos armas poderosas como la fe basada en la Palabra de Dios, en la Santa Misa, en el Sacramento de la Reconciliación, lo cual dará madurez espiritual y crecimiento en el amor de Dios (nn.162-163).  Advierte que es indispensable “estar en vela”, según el llamado de Jesús en Mt. 24,42; Pc. 12,35, cuidándonos del adormecimiento espiritual, de la tibieza, de la corrupción espiritual y de las recaídas en el pecado (n. 164).

Puesto el “combate” y la “vigilancia”, urge pasar a la sabia práctica del “discernimiento” o “capacidad de razonar”, don que hay qué implorar de Dios en la oración, pues hay a diario nuevas circunstancias humanas, sobre las cuales, a la luz de la asistencia divina, hemos de plantearnos si se trata de “vino nuevo”, que cristianamente hemos de acoger con debido examen, y que no sea novedad engañosa del espíritu del mundo o del diablo (non. 166-169). Insiste en que esta actitud es una gracia que exige obrar con “razón y prudencia”. Allí el Señor habla y al qué ha de escucharlo como ejercicio sabio de la libertad, dentro de la obediencia y fidelidad al Evangelio; que él penetre los pliegues más oscuros de las realidades, con serenidad y paciencia (non. 170-175).

Precioso es el final que da el Papa a la Exhortación, al colocar sus repercusiones en una mayor santidad en cada creyente, en imitación vivencial de las Bienaventuranzas por María Santísima, que, así vividas, llevan a una real santidad. Qué bello cuanto expresa al decir: “Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó traspasar por la espada del dolor. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña”.

Es preciso, para aprovechamiento de esta tan importante Exhortación, colocarse bajo el amparo de María Santísima, conversando con Ella, como hijos con una madre que no necesita muchas palabras. Hemos de sentirnos, ante ella, en alegre compartir que nos libre del mal y nos lleve al cielo, musitando con amor: “Dios te salve María”.

 

                

*Obispo Emérito de Garzón

 Emailmonlibardoramirez@hotmail.com