FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Abril de 2012

El vuelo del colibrí

LA mascota de la Cumbre de las Américas es un colibrí o picaflor, uno de los seres más curiosos que existen en toda la naturaleza, ya que viene equipado con algunas mejoras evolutivas que lo hacen bastante particular. Su pequeño tamaño es un buen ejemplo, pues la especie más petisa llega a medir apenas 5,5 centímetros de cola a pico. Además, su raudo aleteo puede repetirse hasta 40 veces por segundo, lo que le da el título como la única ave del planeta que puede volar en reversa, pero esta quema excesiva de energía le obliga a alimentarse cada 20 minutos del néctar de varias flores para mantener su metabolismo. Mejor animal no pudieron elegir los creativos de la Cumbre para dar pie a una simpática metáfora que explica lo que le pasa por la cabeza, en este momento, al señor Presidente.

Nuestro Primer Mandatario es un colibrí, pues lleva sobre sus hombros la representación de un país pequeño como Colombia, que ha aprovechado desde siempre a los tímidos y olvidados Estados centroamericanos para verse más grande en sus reuniones locales, pero que cuando sale a jugar de tú a tú en las ligas mayores de las conferencias internacionales con las potencias globales no logra el protagonismo que muchos quisiéramos. Así también, el presidente Santos ha demostrado en varias ocasiones su capacidad para volar en reversa, pues ya es cotidiano que a sus osadas frenadas le siga un drástico volantazo del timón de la política colombiana. Táctica válida, pero inquietante, que le ha sabido sacar ileso de más de un campo minado.

Y las coincidencias no acaban allí, también comparte la característica de picaflor. Recién elegido fue por el néctar de Europa, luego volvió por el de Venezuela, más tarde se dejó tentar por el de Cuba (sin despreciar el de Estados Unidos, claro está) y, hoy por hoy, tiene en la mirilla el de Ecuador, que algo amargo resultará seguramente por la terquedad del presidente Correa. Su manejo de las relaciones internacionales es exquisito, inocente, sutil y metódico, como el vuelo del colibrí.

En esta coyuntura el Presidente tuvo que vigilar dos frentes: por un lado, el foráneo, pues complacer a 33 presidentes no fue, al mejor estilo uribista, “una bobadita”. Por el otro, el interno, pues los rumores de un inminente diálogo de paz con la guerrilla siguen cobrando fuerza y, como si fuera poco, se ven respaldados por mensajes encriptados de parte y parte que bien podrían ser comparados con las miradas coquetas entre dos extraños que, a lado y lado de la fiesta, se invitan a bailar.

La Cumbre le sirvió a Santos para despejar las ideas y planear su próximo movimiento, ni muy ambicioso como para dejarse llevar por los cantos de sirena, ni muy recatado como para echarle más leña a la mutua desconfianza que se tienen, y muy seguramente las Farc le facilitarán este tiempo fuera, pues por la experiencia con el Mundial Sub-20 parece que les quedan modales suficientes para no portarse mal cuando hay visitas en la casa.

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