GABRIEL MELO GUEVARA | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Mayo de 2012

Imprudencias costosas

 

Como elemento esencial del Estado, el territorio no admite concesiones, ni siquiera sobre un milímetro cuadrado de tierra firme o sobre una sola gota de las aguas territoriales. Es cuestión de soberanía, que obliga a los gobiernos a defenderlo sin vacilaciones. Nada peor que una autoridad temblorosa en el momento de proteger las fronteras, en las instancias judiciales o con las armas en la mano, según sea el caso.

Por eso preocupan tanto las declaraciones de la Cancillería a propósito del litigio que nos inventó Nicaragua ante la Corte Internacional de Justicia y que, por estos días, llegó a la etapa de los alegatos orales.

Nuestra distinguida Ministra de Relaciones Exteriores, que tan bien lo hace en otros casos, afirmó que “cualquier cosa puede pasar en esas posiciones salomónicas de la Corte. Nunca una de las dos partes sale con las manos vacías. Eso lo tenemos claro”.

¿Cómo así? ¿Tenemos claro que vamos a perder, así sea parcialmente? El derecho internacional, la trayectoria histórica y las condiciones actuales ratifican una justa y sólida situación de Colombia, mientras Nicaragua litiga para ver qué obtiene. Es una jugada fácil: no pierde nada si no consigue nada, mientras que cualquier concesión que se le haga significa una pérdida nuestra. Al anunciarla por anticipado, le enviamos al mundo un mensaje de desconfianza en la fortaleza de nuestros derechos y otro a los jueces de la Corte sobre su incapacidad de impartir justicia imparcialmente.

Cuando la Canciller nos dice que perderemos algo, de todas maneras, porque “nunca una de las dos partes sale con las manos vacías”, anticipa que el fallo le entregará a la contraparte una porción de nuestros derechos. Digan lo que digan los abogados en La Haya ¿qué pensará la Corte si el Estado Colombiano se declara vencido desde ahora?

Además ¿qué es eso de calificar de salomónicas las decisiones de la Corte? Según el Diccionario de la Real Academia, salomónico es un adjetivo que se refiere a Salomón y este sustantivo identifica a una persona de especial sabiduría.

Desde luego, jamás calificaríamos de sabia una decisión violatoria de nuestros derechos sobre las zonas materia de este caso. Lo sabio es hacer justicia, no contentar al litigante audaz, que pide despropósitos para ver qué consigue a lo largo el pleito. Y si salomónico se refiere al episodio en el cual el Rey de Israel amenaza con partir en dos el bebé que una demandante temeraria reclama como suyo, tampoco viene al caso. El Rey Sabio lo hace para descubrir a la madre verdadera y entregarle el niño completo. Nunca se le ocurrió cortarle una pierna y dársela a la litigante para que no se fuera con las manos vacías.

No puede haber referencias dubitativas y menos en medio de un proceso que pretende arrebatarnos unos derechos indiscutibles. La historia ininterrumpida arranca con la Real Cédula de 1537 de Carlos V, pasa por la Real Orden de 1803, el Tratado Esguerra-Bárcenas, la delimitación con Honduras y Costa Rica, y llega hasta hoy. Es una realidad jurídica y física que reafirma nuestros derechos. Los mismos que, en palabras de don Jorge Holguín hace más de cien años, “Colombia ha sostenido, sostiene y seguirá sosteniendo hasta la consumación de los siglos”. Porque si es para expresar dudas que debiliten la posición del país, lo mejor es callar.