¿Gambito de Biden? | El Nuevo Siglo
Martes, 9 de Marzo de 2021

Hace pocos días, el presidente Biden le envió a Iván Duque una carta en la que redoblaba su compromiso contra las amenazas comunes.
Al mismo tiempo lanzaba su primer bombardeo; una acción retaliadora contra milicias proiraníes en Siria.
Ambas posturas son esperanzadoras.
De hecho, el mismo día en que envió la carta se estaba lanzando en Tolemaida el Comando élite contra las amenazas transnacionales.
Se trata de la iniciativa estratégica más importante asumida por el actual gobierno.
Y por eso mismo, no es una coincidencia que Nicolás Maduro haya puesto a sus soldados a “limpiar fusiles”.
Aunque hubiese sido preferible que Biden se refiriera específicamente al Comando manifestando su respaldo sin ambages, la antedicha carta solo puede leerse en clave positiva.
Solo en clave positiva porque no espolea a la Casa de Nariño para que “fumigue cuanto antes los cultivos de hoja de coca”, una práctica retórica innecesaria y fastidiosa que solía emplear su antecesor.
Por cierto, aunque en sentido partidista Duque se hallaba más cerca de Trump, en la práctica ideológica y diplomática, su “centrismo” coincide más con la línea Biden.
Asimismo, el ataque a los subsidiados por Teherán demuestra que Washington no saldrá huyendo de Siria, ni de Afganistán, y que atenderá cuidadosamente los desafíos de la teocracia.
Sin embargo, hay un grave problema de fondo en todo esto.
Aunque está claro que a Biden no le temblará el pulso para tomar represalias contra los ayatolás, se muestra (¿excesivamente?) proclive a reemprender las negociaciones sobre cuestiones nucleares con el régimen integrista.
Asimismo, sanciona a la cúpula saudí que tanto esfuerzo ha hecho en Yemen y en el Golfo por limitar el desaforado expansionismo chií.
De paso, debilita los acuerdos entre Jerusalén y los emiratos, acuerdos que han generado un clima de cooperación activa contra Teherán y su principal cómplice en Medio Oriente: la organización extremista Hezbolá.
Para decirlo brevemente, si Biden empieza a negociar de nuevo con los iraníes, terminará debilitando a Israel, uno de los principales aliados de Colombia en la lucha contra las amenazas transnacionales.
Y, lo que es peor aún, fortalecerá a los más peligrosos rivales del país porque Irán es uno de los pilares internacionales de Maduro y, a cambio, Caracas apoya y alberga a Hezbolá, calificada por Bogotá como lo que es: una agrupación terrorista.
En síntesis, Biden no tiene por qué construir su política estratégica siguiendo al pie de la letra el libreto que escribió como vicepresidente de Obama.
Y tampoco tiene que hacerlo de modo visceral, tratando de borrar a ultranza los logros alcanzados por Trump; frutos del histrionismo y la grandilocuencia, pero logros, al fin y al cabo.
En cambio, puede hacerlo robusteciendo al máximo las alianzas esenciales y perdurables: aquellas que se identifican plenamente con las libertades y luchan a brazo partido contra el fundamentalismo, el redentorismo y el terror.

vicentetorrijos.com