General (r.) Luis Ernesto Gilibert V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 7 de Octubre de 2015

PRISMA

Brigadier general Luis Bernardo Urbina

No puedo menos que dedicar esta columna al brigadier general Luis Bernardo Urbina Sánchez, compañero y amigo a más de mi monitor durante el curso de altos estudios, donde convergen los coroneles de las Fuerzas Militares y Policía que son escogidos por los mandos para acceder al grado de  Brigadier General, quien ante  designios del destino, hoy  descansa en la paz del Señor.

Son muchas las anécdotas salpicadas de sabor académico, institucional y coloquial que puedo evocar, donde nuestro general Urbina jugó un papel preponderante, pero pecaría de egoísta, especialmente al evocar actos del servicio, donde su compromiso institucional fue total e incondicional, pues el amor por la patria y su Ejército no eran medibles, estando siempre estimulado por  la responsabilidad y esa cita con la obligación esgrimida a lo largo de la trayectoria profesional, plasmada en su hoja de vida engalanada de felicitaciones, condecoraciones y reconocimientos tornando ejemplares y memorables los acontecimientos, impidiéndome referirme a tales gestas, porque muchos de sus compañeros que sí pueden dar fe de estos actos en la mayoría heroicos, no me perdonarían cualquier manifestación o muestra de parcialidad al no ceñirme a la historia tan fielmente como ellos la conocen, por hacer parte importante y ser testigos presenciales de la lucha misional al lado del general Urbina, de manera que me voy a enfocar en el señor y amigo que fue nuestro recordado compañero Palomo Urbina, como lo llamaron sus condiscípulos y amigos  a lo largo de la carrera, término que lo rotuló e identificó en todos los actos de su vida, bien fueran oficiales, familiares o personales porque el Palomo siempre estuvo atento a socorrer en cualquier situación a las personas que demandaron su  ayuda.

Martha Claudia Trujillo, su señora, la compañera de diaria lidia, a quien junto con sus hijos y nietos presento mis más sentidas condolencias; en estos luctuosos momentos me decía: Fue un buen esposo, un buen padre, un buen abuelo e inmejorable hermano, estas afirmaciones venidas de una persona que lo acompañó por toda la vida, a más de valederas, son reconfortables, dándole a la imagen de ese hombre un fulgor de grandeza, impulsando reverencia de parte nuestra, me bastan estos testimonios para deducir su conducta como hijo; porque de señorío y buena educación siempre nos impartió lecciones. Hizo gala de respeto por los demás y sus afables  maneras nunca lo abanderaron, demostró siempre una  cordial postura; ahora, en cuanto amigo qué decir, ahí sí puedo dar fe en vía directa por experiencia propia, reconociendo su proceder fraternal en cada entrevista, no existió reunión de compañeros sin su presencia y demostraciones de amistad para todos y cada uno de los asistentes, de voz pausada nos regaló alegres momentos. ¡Adiós mi General!