GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Octubre de 2011

¿Fortul bajo la mesa?

El  Papa oró por ella. Los niños vestidos de blanco salieron a las calles, con velas y banderas.
Hablaron el Santo mayor y el Angelino menor; los voceros de las Farc a quienes el ministro Vargas no les cree, y el ministro Vargas a quienes las Farc no le creen. Hablaron los del Eln, el alcalde de Fortul y el gobernador de Arauca; el profesor de la escuela, los Generales con mayúscula y los particulares con minúscula. País Libre, el ser y el deber ser.
Hablaron los supuestos secuestradores, quienes afirmaron al padre de la niña que la tenían “en un lugar seguro” y que le estaban dando “un buen trato”. La gente repitió la frase sin darse cuenta de la telaraña de la que pendía la esperanza, y muchos se tragaron el cuento como un anzuelo envenenado, forrado en caramelo Kraft.
Resulta decepcionante que un país que lleva décadas con la paz amordazada por el delirio del secuestro, sirva de caja de resonancia a un concepto tan contradictorio. Nadie que esté secuestrado -y mucho menos un niño- está recibiendo buen trato; así le compren parqués para jugar y Prismacolor para pintar.
Más allá de las causas que nos llevan a consolarnos con migajas, lo único claro en esta historia de Fortul es que todo está confuso y lleno de cartas bajo la mesa.
Cuando un caso conmueve a un país y la conmoción cruza la frontera y llega hasta al mismísimo Vaticano, tenemos derecho a saber la verdad.
¿Quiénes y para qué se llevaron a la niña? ¿Cómo y por qué -a Dios gracias- la liberaron? ¿Gratis, así no más? La Cruz Roja dice una cosa, los militares otra y la familia habla de todo, menos de eso.
El novel ministro de Defensa dice que las Farc participaron del secuestro. ¿Desde cuándo las Farc participan de algo, en vez de ser los autores intelectuales (perdón, les queda grande la palabra intelectual) y materiales de los hechos? Las Farc o hacen o no hacen. Secuestran, extorsionan, liberan, masacran, negocian, mienten. Sí o no, pero no a pedacitos.
Este tímido papel de apenas haber participado del secuestro de una niña de una población de menos de 25.000 habitantes, es extraño. Fortul es el quinto municipio de un departamento que tiene la cuarta parte de los habitantes de Ciudad Bolívar. ¿Será que un grupo guerrillero que ha tenido en vilo a un país de 45 millones de habitantes, y a los gobiernos de los últimos 40 años, ahora jugó desde la banca? ¿Quién es ese otro tan poderoso, que hace que un monstruo como las Farc solo participe de algo?
En los yo si sé pero no digo que deja entrever el alcalde del municipio que maneja millonarios contratos y desbordantes regalías petroleras, hay algo brumoso, que Colombia merece conocer.
Y quede claro: Nunca un secuestrado estará en un buen lugar, ni estará recibiendo un buen trato.
Si empezamos a creernos estas falacias, ¡pobres de nosotros!: le habremos endosado a la cobardía -o por lo menos a la resignación- nuestra penúltima opción de dignidad.