Gobierno y sector privado | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Febrero de 2025

La semana pasada participé en el magnífico evento de las jornadas académicas que tuvieron lugar en Cartagena, organizadas por el Instituto Colombiano de Derecho Tributario.

Uno de los conferencistas mejicanos que presentó allí su ponencia informó que la presidenta de su país, ante los delicados dilemas y problemas que le está planteando a diario al país azteca el arbitrario gobierno de Donald Trump, con sus agresivos mensajes sobre diversos temas económicos en especial sobre aranceles, está reuniendo semanalmente al sector privado (empresarios, sindicatos, cámaras de comercio) de manera puntual y religiosa en el palacio nacional del DC., para tomar su consejo sobre la manera como debe responder estratégicamente Méjico a las agresiones del imperial inquilino de la Casa Blanca.

Esta información del conferencista mejicano me dejó pensando sobre la manera como en Colombia estamos enfrentando los difíciles desafíos que el señor Trump le está planteando a la región y a nuestro país. ¿Se ha pensado que un permanente diálogo entre el sector privado y el público puede ser de utilidad? ¿Se está practicando algo siquiera parecido a la metodología que la presidenta Sheinbaum ha puesto en práctica para Méjico? ¿Cuánto hace que Petro no se reúne con el sector privado?

Lo único parecido es que semanalmente -no una sino muchas veces- desde la Casa de Nariño cuando no insulta al sector privado lo acusa de todos los males habidos y por haber. En especial de ser especuladores.

Cada que surge una dificultad, más que una solución aparece un señalamiento de responsabilidades contra el sector privado. En vez de un diálogo fértil, respetuoso y periódico como está aconteciendo en Méjico entre los dos sectores, en Colombia prevalece el insulto, la pugnacidad, y el trato descomedido de parte del gobierno para con el sector privado. ¡Qué desperdicio!

Y cuando el trato agresivo no proviene de Petro surge de sus subalternos. La más agresiva es la superintendente de servicios públicos a la que no se le ocurrió nada mejor, ante la escasez de gas natural, que lanzar sus perros rabiosos contra las empresas gasíferas y aún contra el gremio que las agrupa.

En una clara extralimitación de sus funciones además de inútil. Pues los precios están altos porque ha habido necesidad de importar gas ante la cegatona política gubernamental de entorpecer la exploración oportuna de los yacimientos domésticos costa adentro y costa afuera.

De especuladores fueron también tratadas por Petro las generadoras de energía eléctrica: sin fundamento y sin propósito. Las tarifas continuaron altas, pues las razones para que lo estén son técnicas que el Gobierno no ha resuelto, y no obedecen a especulaciones.

Así como el señor Trump tiene una palabra preferida en su diccionario que es la de los “aranceles”, nuestro presidente parece que tiene otra que son “los especuladores”. Todo lo que sale mal en su gobierno -y últimamente muchas cosas están saliendo mal- es culpa de los especuladores. Todo el sector privado lo es mientras no se demuestre lo contrario. Y, claro, con estos calificativos- siempre infundados y acompañados con los ladridos de los perros bravos de la señora superintendente de servicios públicos, es imposible que florezca un clima de cooperación y diálogo, como está aconteciendo en Méjico.