Hasta que por fin se puso de manifiesto el verdadero talante y las intenciones reales de los líderes de la llamada Revolución Bolivariana de Venezuela. Lo que quieren es perpetuarse en el poder a toda costa, a las buenas o a las malas. Lo dijo el dictador revolucionario, que la reforma a la Constitución, de no salir la constituyente, la harían por las armas.
La democracia se acabó hace rato en el vecino país. Desde el mismo momento en que no permitió el reconteo de los votos de su elección como Presidente, supimos que de democracia no queda nada; es apenas una forma que se ha querido mantener en apariencia, pero que ahora, con el descontento popular con el régimen, evidentemente manifiesto, ya no pueden disimular.
La tal Constituyente no es un instrumento para acabar con la Asamblea Nacional que solo les servía cuando era leal al régimen; ahora, en manos de la oposición, se convirtió en una piedra en el zapato para el Ejecutivo. Primero intentaron quitarle las funciones y pasarlas a la cortesana de bolsillo, que sin pena se dice llamar Tribunal Supremo; era tan grotesca la figura, de los jueces dictando leyes, que ni siquiera entre ellos cuajó y echaron para atrás la peculiar medida. Se les ocurre entonces la Asamblea Constituyente, con la cual matan varios pájaros de un tiro: por un lado, suspenden la Asamblea Legislativa en manos de la oposición; le retiran la inmunidad a sus miembros para poder criminalizarlos por delitos políticos; además, aprovechan para sacar de su cargo a la Fiscal General que no se presta para las componendas del régimen y le pasan el poder a las Asambleas Populares que manejan de bolsillo. Venezuela está llena de sangre que corre por sus calles y sus cárceles retienen verdaderos demócratas que no aceptan el régimen del totalitarismo.
Es evidente el fraude electoral que ha ocurrido, la poca participación en las urnas con una abstención superior al 80%; el dictador miente sin pudor ante el mundo entero dando datos falsos sobre los comicios y la Asamblea Constituyente queda compuesta exclusivamente por las figuras del régimen. Sin embargo, la treta puede resultar fallida, pues por fin el mundo entero se atreve a manifestar que desconoce la patraña y comienza a tomar conciencia de que lo que está pasando en Venezuela. Una dictadura se quiere perpetuar en el poder y está dando el golpe de gracia a lo que quedaba de democracia.
Los efectos políticos de este salto al vacío del régimen en Venezuela no se han hecho esperar. En la región ya están solos. Salvo Bolivia que los apoya y Ecuador que guarda silencio, los demás países los aíslan. Estados Unidos empieza a aplicar medidas económicas contra el régimen y el mismo partido de gobierno comienza a desgranarse. Europa también empieza a repudiar lo que sucede. Los venezolanos están en un éxodo hacia los vecinos preocupados por su porvenir. Falta que los organismos internacionales tomen medidas más fuertes y menos prudentes. Si no apoyamos al pueblo de Venezuela en este momento, el régimen de Maduro se perpetuará por muchos años como sucedió en Cuba. Es el momento de la solidaridad internacional con un pueblo que está en todo su derecho a recuperar su destino.