Me he referido, anteriormente, a la vida y actuaciones valiosas al servicio de la Iglesia y de la Patria, del Cardenal Darío Castrillón, con mención de parte de ellas. Paso a referirme a algunas fuertes críticas contra él por mala interpretación de los hechos, tema que reclama debidas precisiones.
Me refiero, primeramente, a la aseveración de que él bendijo la “Posada Alemana”, que construía el narcotraficante Carlos Ledher, con quien, se dice, “tuvo gran cercanía”, y que por esa bendición le fue dada gran suma de dinero. Falso de toda falsedad que Mons. Castrillón haya hecho lo afirmado, y que por ello haya recibido dinero. Como Obispo de Armenia, en cuya jurisdicción se adelantaba esa obra, por mi vertical posición ante el narcotráfico me negué a hacerlo, y doy testimonio de que Castrillón sí estuvo en esa inauguración, invitado con el engaño de mi presencia en ella, pero, ante mi ausencia, no procedió a esa bendición sino que fue el Párroco de Salento quien la realizó. Después aclaramos esa situación, fraternalmente, momento en el que comprendió mi posición, y explicó la razón de su presencia en ese lugar limítrofe de nuestras diócesis.
Críticas fuertes se han querido seguir haciendo a lo actuado por Mons. Castrillón como Obispo Coadjutor de Pereira por “vehemente oposición” de él, y del Obispo Titular Mons. Álvarez Restrepo, al nombramiento de la Sra. Dora Luz Campo como Gobernadora del Departamento de Risaralda, casada por matrimonio católico, divorciada de él, y casada con otro por lo civil. Los prelados no amenazaron con cerrar templos, sí expresaron públicamente su inconformidad de que en ese momento (1975), bajo la Constitución del 86, a una comunidad cristiana–católica se le diera, como modelo para ella, una gobernante en esas circunstancias. Esa inconformidad fue presentada ante el Presidente López Michelsen, que la había designado. Ante esa actitud, con razones de fondo, la designada Gobernadora declinó el nombramiento. Ese el hecho, entendido y agradecido por buena parte de la feligresía risaraldense, y fruto del celo pastoral de dos prelados.
Se han criticado también públicos reparos de Mons. Castrillón a los candidatos presidenciales Álvaro Gómez Hurtado (1974) y Ernesto Samper (1994), por inconsecuencias del primero al aceptar, en su momento, la introducción del divorcio, y por contaminación de mafias a su campaña al segundo. Ambas denuncias explicables por notorias fallas de sus protagonistas.
Se habla de triste final de la carrera del Cardenal en el Vaticano por hechos de discutida interpretación, pero en los que él tenía en el fondo la razón. Entre esos hechos está una carta suya a un Obispo europeo en la que lo felicitaba por no haber entregado a jueces civiles pruebas secretas que le habían sido aportadas contra un sacerdote implicado en pederastia. Es de advertir que contra ese secreto de oficio no se puede acceder a peticiones de un Gobierno, algo que fue lo reclamado por ese Obispo, aún ante amenazas de ser penalizado. Esa situación, y otras que han merecido no cimentadas críticas, de ninguna manera ocasionaron la caída del Cardenal ante los Pontífices, que hasta el final lo apreciaron como he destacado en primera comentario.
Obispo Emérito de Garzón
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