Domingo, 27 de Noviembre de 2011
Continuación
Se divulga la segunda sección del análisis del reportaje de Augusto Ramírez Ocampo, en 1997, a la revista Fortuna, titulado “Jugarle a la paz”. Se coincide con el ex canciller en las siguientes directrices para el proceso señalado: el punto de partida es la voluntad política, aceptarse la existencia de un conflicto interno armado, es necesario hacer grandes concesiones, reconocer que la solución del conflicto interno es un compromiso del Estado, la Nación y todos los colombianos y no sólo de las Fuerzas Armadas, considerar que la paz sería negociada, con legitimidad de las dos partes y que la guerrilla tiene un componente político. Algunas de estas ideas, en particular las dos últimas, pueden originar reservas profundas.
Ramírez Ocampo plantea que la paz se emprenda porque es un gran negocio y, sin duda, tuvo en mente que ninguno de los contendores había podido vencer al otro. Probablemente sea necesario profundizar en las causas porque la del “negocio” no luce convincente y la historia permite creer que los movimientos marxistas eran pacientes. Causa pesar que no tuvo tiempo para incorporar la teoría del postconflicto y que los grandes problemas del país requieren solución simultánea más que graduales y sucesivas.
A continuación se exponen las sugerencias de Ramírez Ocampo acerca de la operación de las negociaciones de paz y se advierte que este aparte origina menos controversias respecto a las condiciones requeridas para la iniciación del proceso en sí. El ex canciller descarga la responsabilidad plena en las partes en conflicto con los intermediarios limitados al arranque y la configuración del “clima necesario”. Sólo tales partes participan en la mesa de negociación, lo cual puede no ser del agrado del ELN en relación con el vínculo de la sociedad civil. La agenda y el calendario han de ser precisos, acordados previamente, y no deben incluir la solución de todos los problemas políticos, económicos y sociales. Ninguna de las partes puede alejarse unilateralmente de las negociaciones. Ramírez resalta la importancia del mecanismo de verificación y llama la atención que no vincule, en esta sección, a los intermediarios. La mesa debe funcionar, llevarse a cabo un proceso de reinserción social y económica de la guerrilla y los paramilitares y lograrse soluciones institucionales.
El lector ha de tener en cuenta una limitación: se considera el pensamiento del ex canciller a mediados de 1997.