Derivar
En “¿Agonía?”, en esta columna, se analizó reciente reportaje, en El Nuevo Siglo, al general Sergio Mantilla, comandante del Ejército Nacional, y complació su ausencia de visión triunfalista contra las Farc. Es cierto que las perspectivas dan margen para una victoria militar pero ésta será fruto de un proceso doloroso a mediano plazo. Se considera que dicha guerrilla cuenta con 8.000 integrantes, cantidad respetable de por sí en que la parte combatiente aumentaría, en términos reales, al reducirse la proporción dedicada a la custodia de prisioneros. Es preciso comparar el cambio en la tasa de pérdidas de personal (desmovilización con reinserción, capturas y bajas) con la de disponibilidad de tropa (incorporación de menores y mayores en edad).
La actitud de Mantilla guarda relación, en consecuencia, con la de Eduardo Pizarro, en Las Farc (1949-2011), quien remonta el origen de la mala racha de la subversión a la recuperación de Mitú en noviembre de 1998 con la decisiva cooperación de Brasil. En suma, las Farc salen del Caguán con derrota política y progresiva debilidad militar en lo estratégico aunque, en ocasiones, se equiparen en lo táctico, en especial con el Plan Renacer. La guerrilla sufriría indisciplina y desmoralización y se vincularía más con la droga.Se plantea ahora, de modo gradual, la negociación para obtener la paz. Concuerdan Pizarro, aunque ignora qué quieren las Farc, Posada Carbó, Piedad Córdoba, Colombianos y Colombianas por la Paz, Francisco Galán, León Valencia y Natalia Springer. Valencia estima que el actual es un momento excelente por la superioridad del Gobierno Nacional; además, conviene evitar los costos altos en vidas humanas, inclusive para las Fuerzas Armadas de Colombia, y no cometer el mismo error de las Farc en el Caguán: rechazar la paz cuando todo estaba a su favor. Galán coincide con Valencia en cuanto al momento. Tiene dudas respecto a la voluntad de la guerrilla de dejar las armas, aunque sí saben que no se tomarán el poder. Le preocupa en que se ocupará la subversión una vez cese el conflicto armado y espera que se vincule al desarrollo del campo bajo el marco de la legislación agraria impulsada por el Gobierno Nacional. Springer resuelve esta inquietud con su antigua fórmula de participar los desmovilizados en la reconstrucción de la infraestructura y el desminado, previa la concreción de las respectivas bases legales.