Lunes, 3 de Octubre de 2011
Recordando a Doña Bertha
Hay momentos de la vida nacional donde es inevitable recordar a grandes colombianos, esos que han dejado huellas en nuestra memoria y que son punto de referencia de gratas, inteligentes y picantes anécdotas. El gesto de Laureano, la sabiduría de Ospina, la capacidad semántica de Guillermo León, la claridad de Alberto y la decisión de Carlos Lleras, la clarividencia y afecto por la verdad de Misael y el talante de Álvaro. Pero nunca se podrá olvidar a Doña Bertha, la mujer que era capaz de dar palabras cortantes a conceptos claros pero incómodos cargados de inteligencia y de esa positiva socarronería no imitables.
Algunos políticos del país han pretendido imitarla, pero para ello se necesita una inteligencia que no poseen y es por eso que terminan siendo tan solo impertinentes; y llega a tanto su barata vanidad que ellos mismos no se dan cuenta de estar haciendo el ridículo y que van generando esa forma de populismo que, fuera de ser irrespetuosa para con la gente, esteriliza la poca inteligencia política de la que lamentablemente está dotado el país.
Doña Bertha captaba el sentido profundo del acontecimiento, lo pensaba y lo rumiaba más que meditarlo y cuando se decidía a decir algo era devastadora con la estupidez y motivante con las buenas iniciativas. Original como era una anotación suya cambiaba el curso de los acontecimientos.
Hoy hay algunos que intentan interpretar al Presidente diciendo -según ellos- lo que en verdad quiso decir el primer magistrado como si no hubiera meridiana claridad; afectos a “Perogrullo” repiten en tono solemne lo obvio y van creyendo que la historia pasará por el frente de su casa para convocarlos como salvadores del país. Los nombres los conoce el país. Los hay en las grandes posiciones en el nivel nacional, regional, departamental y municipal. Los hay diabólicos y angélicos. Se debería hacer un listado para agregarlo en una edición nacional de ese libro tan trajinado de la “Historia de la estupidez humana”.
Hace falta Doña Bertha porque, ahora que habrá elecciones, ella sería el filtro que evitaría a la Nación tanta mediocridad, en donde sólo tienen éxito los “asesores de imagen” que, como las tales, son huecas y frágiles. ¿Qué se propone? ¿Cuál es la sociedad donde aspiramos vivir? ¿Y la ciudad donde queremos habitar qué debe ofrecernos? ¿Cómo favorecer la integración familiar? ¿Cómo promover los valores de la ciudadanía? ¿Cómo promover la formación de comunidades en un mundo aislado por la comunicación? De eso nada se oye.
Tan solo se ven afiches posando casi como para un “reality”, gentes maquilladas dispuestas a todo en su propio beneficio.
Sin duda alguna hay personas que contradicen -menos mal- este cuadro de amarguras. Son los menos y deben librar una lucha sin igual. Pero les falta esa inteligencia y virtudes de los arriba mencionados y de esa maravillosa seleccionadora que fue la autora de El Tábano, que lamentablemente se echa en falta.