El duro destino conservador
Hay dos clases de personajes que desde antiguo caracterizan las actitudes de muchos seres humanos. Ellos son Aquiles y Ulises.
De Aquiles se dice que decía siempre la verdad. De Ulises que mentía siempre. Frente a Polifemo que interroga a Ulises por su identidad responde llamarse “Nadie” y tenía la razón. La tradición hispánica asumió esa confesión y es por eso que se habla de un “Don Nadie” para definir a cualquiera de aquellos que van por la vida sin saber a ciencia cierta hacia dónde. Aquiles, por el contrario, es capaz de arriesgarlo todo para el triunfo de la verdad que defiende.
En todas las instituciones existen estas dos clases de personas.
La crisis del Partido Conservador es esta. Una dirección llena de “Ulises” que no han logrado ser “alguien” ni han luchado para serlo.
El “Don Nadie” castellano es por lo común soberbio, palabrero, teatral, no tiene por lo común nada para decir pero -si es de buena cuna- hasta lo dice con elegancia. Cuando llega a mandar se encopeta y pavonea, así tome a préstamo la cola del pavo real que no tiene en propiedad. Son aparentes, pero en los momentos de crisis quedan al descubierto sin poder responder por nada de lo que se vanagloriaban.
La derrota electoral fue terrible. Andrés Pastrana ha sido muy generoso en los duros términos de sus reclamos porque podría reclamar con más énfasis pero corría el riesgo de no ser entendido. Fernando Gómez Martínez -el último grande de esa estirpe- reclamaba en un famoso editorial siguiendo a Augusto “Varo, Varo devuélveme mis legiones”, luego que éste perdiera en los bosques de Teotoburgo frente a Arminio tres legiones romanas por falta no sólo de estrategia sino de táctica y aun de valentía.
“Deberían irse” es el sentir popular. El Partido en su historia ha sido de controversia y de debate hacia adentro en grupos animados por sus grandes hombres. Capaces de discutir a fondo brillantemente, tenían la inteligencia que hacía que ningún tema les fuera extraño, acompañados de grandes inteligencias que se preparaban para los ministerios y los cargos de representación y de dirección en el Congreso y en las embajadas. Hoy en nuestras bibliotecas se pueden leer páginas de Suárez, de Laureano, de Mariano, de Misael, de Jaime Sanín, de Juan Zuleta, de Gonzalo Restrepo y de nuestros dos ex presidentes vivos Belisario y Andrés. Del actual Presidente del Directorio y del singular e inimitable Corzo no hay nada.
Ocho años acampando en tolda ajena, aceptando el pensar y querer ajenos, pasando por la “Horca Caudina”, subalternos sin un proyecto de país en el alma, negados a hacer lo que el Conservatismo siempre hizo: renegar de la política como el arte de lo posible para definirla como el arte de hacer posible lo deseable. Es hora de llamar a los verdaderos conservadores a ser oteadores de futuros y guardianes celosos de la heredad.