La crisis educativa
Ha cumplido una acción de valía el presidente Santos al ofrecer el retiro del proyecto de educación que ha suscitado grandes marchas y manifestaciones en los últimos días. Ojalá estudiantes y profesores respondan de la misma manera no sólo levantando el paro sino dedicando del propio tiempo espacios para discutir y contribuir, enriqueciendo los futuros contenidos de lo que debe ser puesto a consideración del Congreso.
Lo presentado por la Ministra no es esencialmente malo sino tan solo un capítulo de una verdadera reforma de la educación. A ese proyecto le faltaba una reflexión sobre la sociedad actual y sobre aquella que debemos construir. Estaba lejana del análisis de las circunstancias en que se mueve la cultura como desafío y de aquella voluntad que todo joven -que es verdaderamente tal- posee de comprometerse con el cambio.
No es que la Ministra sea una persona no seria -ha demostrado serlo en sus ocupaciones anteriores-, pero sí que es persona que no tiene el formato de enorme cultura y visión que debe tener quien ha de afrontar los interrogantes viejos y nuevos de qué sociedad se quiere construir, qué valores debe tener, hacia dónde se debe marchar y cuáles son los desafíos a afrontar y las respuestas que ellos demandan. Ella ha dado lo mejor de sí en la defensa de la parte económica, de la procedimental de la financiación y ha realizado malabares no convincentes sin entrar en el mérito de qué es educar y todo lo demás que la pregunta demanda.
Lo que se requiere ahora es que haya en el Ministerio gentes con respetabilidad personal, social pero además académica que afronten la discusión con el mundo universitario. Los hay -muchos de ellos herederos de reformas anteriores sobre todo de las que llegaron después de los convulsos años setentas- pero hay que llamarlos a constituir y discutir los capítulos que le faltan a la reforma que ahora espera en el escritorio de la ministra. Mientras la gente del mundo de la ciencia, de la cultura, del sentido humano del saber y de la capacidad de soñar la sociedad la Ministra y su grupo de expertos en el manejo de los recursos pueden ir pensando en cómo financiar los sueños de aquellos que tan solo aspiran construir una sociedad en donde el futuro genere esperanzas y no pesadillas.
El Gobierno debe buscar consensos que sólo son posibles con el diálogo de cara a la sociedad en donde sepamos -evaluando la capacidad de la juventud de los universitarios: estudiantes, profesores y directivos- que esta vez el futuro es desafiante pero no incierto. No se necesita cambio de ministro sino nombrar a quienes actúen correctamente en su nombre.