Los ríos profundos de la inseguridad
“Necesitamos poder volver a salir de casa sin sentir miedo”
DE la paz todos hablamos y creemos hacerlo con conocimiento y autoridad: al fin y a la postre decimos conocer el problema por el hecho de padecerlo. Tener cáncer no hace al enfermo especialista en esa enfermedad. Quienes legislan y quienes juzgan suponen conocer a fondo la situación, lo que tampoco es cierto, y quizá no haya gente más ignorante en asuntos de paz y de guerra, de terrorismo y de subversión que los políticos de oficio o de necesidad y de los dirigentes de los partidos. Los gremios, la sociedad civil y el ámbito religioso conocen en ciertos casos algo más de las motivaciones de los violentos. Cercanos al problema están los militares en la labor que cumplen y, sin embargo, ninguno de ellos tiene la pretensión de posar como especialista y tener la verdad del hecho sociológico. Saben de ello los desvinculados, los ex guerrilleros y los que arrepentidos de haber sido facinerosos hacen del pecado de ayer la base de la cotidiana subsistencia. Los politólogos, los cientistas políticos, los sociólogos -y demás- por lo general divagamos y los más aventurados hacen de los lugares comunes, de la pose y del dramatismo una forma de supervivencia -digamos- agradable.
Se sabe que en esto están implicados la droga, el comercio de armas, el contrabando, la criminalidad organizada. Eso es cierto, pero es preciso realizar deslindes urgentes de problemas. La situación ha mejorado en lo que se refiere a la tarea de las Fuerzas Armadas -Ejército, Marina, Aviación-. Lo que aprieta el zapato hoy es la inseguridad urbana tanto en las grandes ciudades como en las intermedias y en las pequeñas.
Estamos frente a un enorme problema policial que debe ser resuelto lejos de los aparentes éxitos de las estadísticas. Hay que recordar que uno de los logros palpables de la “seguridad democrática” fue el que las gentes pudieran salir de las ciudades a sus fincas o sitios de recreo sintiéndose protegidas y ahora más con la extraordinaria campaña de “Fe en la Causa”, que ha hecho del signo del dedo pulgar la señal de que todo está bien.
Pero ahora lo que necesitamos es algo más urgente y es poder volver a salir de la casa sin sentir miedo en la esquina y poder caminar por las calles y no sentir el miedo que hoy sentimos. Hemos perdido las ciudades y eso es peor porque la inseguridad empieza en la puerta de la casa y no en el peaje de la población como antes.
Ahora se requiere que el río profundo de la inseguridad urbana sea combatido no solo desde las orillas sino desde la hondura de su cauce. Hacer inteligencia sobre la cotidianidad de la vida urbana urge; eso no significa molestar indebidamente al ciudadano de bien sino estar donde se debe en el momento oportuno para prevenir, que siempre sigue siendo mejor que curar.
guilloescobar@yahoo.com