Es de urgencia
Ante su propia impotencia, los alcaldes de Bogotá han optado por echarse los cuentos más inverosímiles, suponiendo, ingenua o perversamente, que con eso nos van a tapar los ojos a los ciudadanos. Y digo tapar, porque sin acudir a los grandes preceptos de la teoría urbana moderna, la gran mayoría de problemas emergen frente a nosotros para que los percibamos a simple vista.
¡Es inaudito! A hoy, no ha habido la primera sanción por cuenta de las losas de Transmilenio. El daño aparecido en la Circunvalar a la altura del Externado, lleva meses y no se arregla. El hundimiento de la calle 98 con 100 permanece intacto. Y la lista, todos lo sabemos, es interminable.
Al respecto, varios temas. El primero, es que los bogotanos estamos hasta la coronilla de disculpas baratas, así vengan recubiertas de la cursilería que normalmente acompaña la palabrería oficial.
Tenemos que enfrentar la corrupción, por supuesto, pero sobre todo hay que trascenderla con eficacia. ¿Por qué en Bogotá, nos preguntamos muchos, no se acude a la figura de la urgencia por interés general para atender con dinamismo y celeridad, con firmeza, tantas obras cuyos efectos negativos son devastadores para la movilidad y su pronta solución tan benéfica?
Así es como funcionan las grandes ciudades (trabajando 24 horas con grupos elite), que saben, que tienen conciencia, que los traumas en la movilidad imponen sobrecostos económicos y sociales y hasta sicológicos a las personas del común y al mismo sector productivo y a las instituciones públicas; que conllevan, además, claras lesiones al medio ambiente, sin mencionar los múltiples factores que nos colocan en abierta desventaja frente a la feroz competencia derivada del fenómeno de la globalización.
Y mientras tanto, ¡qué desgracia! Los bogotanos viendo en fila a sus antiguos contralor y personero -encargados de la vigilancia- ocupando su nueva residencia en La Picota por corruptos.
Petro nos ha dicho con la boca llena a sus cien días de mandato, que primero los peatones. Muy considerado. Pero déjeme recordarle Alcalde, que en una ciudad del tamaño de Bogotá, todos los peatones usamos carros a diario en cualquiera de sus formas, y que por ello el tema integral de la movilidad es vital sin necesidad de apelar a discriminaciones inocuas.
Es claro que el problema no llegó con su gobierno. Pero pueda ser que se decida usted por abordarlo con seriedad de una vez por todas, porque la incredulidad cunde en un pueblo que ve mucho tilín tilín…