Es difícil comprender que en realidad todos somos uno, que conformamos una totalidad y que la fragmentación es solo una interpretación ilusoria.
Llevamos muchos siglos validando la división, así como la idea excluyente planteada desde los opuestos: o es una cosa o es la otra. Nuestra tradición occidental se orienta más a la confrontación que a la cooperación, a la oposición más que a la complementariedad, a la división más que a la integración. La división empieza por las concepciones que tenemos de nosotros mismos: todavía nos cuesta trabajo reconocernos como una totalidad, como un sistema conformado por otros sistemas que están llamados a interactuar armónicamente, que lo que nos pasa en el dedo gordo del pie derecho tiene que ver con nuestras emociones y que lo que pensamos incide directamente en nuestros procesos de salud y enfermedad.
Esa visión fragmentada que tenemos sobre nosotros mismos solemos extenderla a los otros y al mundo. Aún nos cuesta reconocernos como sistemas interconectados, que interdependemos para poder evolucionar. Claro, somos diferentes como seres individuales, cada uno con sus propósitos vitales, sus historias, aciertos y errores, sus aprendizajes. La paradoja que nos saca del pensamiento lineal consiste en que somos individuos únicos e irrepetibles y, simultáneamente, constituimos un todo más grande. Nos falta bastante trecho para reconocer que somos uno con quien piensa diferente, con quien está en otra orilla política, religiosa o ideológica, o con quien se equivoca… en formas diferentes. No logramos aún reconocernos en forma holística.
Los holones son totalidades que incluyen otras totalidades más pequeñas y que a su vez son integradas y trascendidas por totalidades mayores, los holos -voz griega que significa todo, entero-. Podemos comprender este concepto al ver a las matrioshkas, las muñecas rusas que contienen a otra más pequeña, completa e igual solo que a otra escala. Sí, desde hace eones conocemos el concepto de totalidad, pero se nos olvidó en los recovecos de la historia. Ahora estamos llamados a recuperarlo, si de verdad queremos evolucionar. Esta no es una frase retórica. La evolución es en colectivo, desde la totalidad.
Hoy te invito a reconocerte como una totalidad, así como al poder que tienes para integrarte, con tus luces y sombras, con toda tu historia en este eterno presente. Tu familia de origen es la totalidad de la que provienes y tienes el derecho de tomarla. Haces una totalidad con tu pareja, no como medias naranjas que se completan, sino como dos totalidades que se complementan. Eres totalidad dentro de una más grande, tu comunidad, tu organización, tu ciudad, tu país. Si bien somos diferentes, estamos unidos como humanidad. Con toda seguridad, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
@eduardvarmont