Definitivamente hay momentos en la vida donde es imposible no pensar que como raza somos extremadamente crueles, no solamente con lo de nuestra propia especie sino con los demás seres vivos, consumimos dolor y sufrimiento animal a unos niveles que resultan asquerosamente irracionales. No hemos aprendido la lección en todos estos siglos de existencia, seguimos divirtiéndonos cuando no lucrándonos vergonzosamente del dolor de los más débiles y lo peor de todo esto es que aún los oídos de la justicia se encuentran bloqueados por un cerumen de indiferencia y excesivos formalismos que de manera silenciosa los coloca en el muro de la vergüenza, porque teniendo en sus manos las herramientas para hacer justicia en las causas de los animales prefieren ignorar y continuar en un discurso que no obedece a las necesidades que impone el momento actual de la historia.
Esta introducción tiene nombre propio, el dolor y la impotencia de no haber podido ver en libertad a la elefante Beulah, nacida en Myanmar en 1967, que llegó al zoológico de Commerford en Goshen estado de Connecticut, siendo sometida desde esa época a dar paseos a niños y adultos que la pateaban y tiraban de sus orejas mientras estaba en su lomo y, a ser observada por turistas mientras era lavada a presión y otras tantas actividades para divertir a sus visitantes, esto mientras sufría trastorno del pie, su dolor y tristeza no evitaron que sus dueños y los turistas pararan los abusos.
La cruzada para defender a la hermosa Beulah empezó por la comunidad que se oponía con algún éxito convenciendo a los dueños de algunos espectáculos para que cancelaran su presencia. Sin embargo la explotación continuó, razón por la cual en 2017 Nonhuman Rights Project, liderado por el profesor Steven Wase, solicitó ante el Tribunal Superior de Connecticut el reconocimiento de la personalidad jurídica y de manera conjunta para sus dos compañeras de infortunio, Karen y Minnie, de la libertad corporal a través de la acción de habeas corpus con el fin de enviarlas al santuario de hábitat natural PAWS ARK 200. Para la justicia americana fue una solicitud frívola según calificación del juez Bentivenga y la última actuación judicial ocurrió el 1 de septiembre donde se solicitó la revisión del caso por parte de los nueve jueces del Tribunal.
Algunos siguen pensando y creyendo que la pretensión de declarar a los animales sujetos de derechos es una vía expedita para su humanización, recurren a una cadena de argumentación bastante débil, tan débil que con la misma tranquilidad que pueden asistir a un partido de fútbol acuden a un zoológico y ni se inmutan frente a la tristeza que proyectan los ojos de los animales que miran pero no alcanzan a ver, ni siquiera se inquietan por saber su historia de vida, no les interesa saber de su dolor y sufrimiento, cuando no del hambre, la sed y el costo emocional del encierro que representa estar disponibles para su diversión.
El 18 de septiembre, a sus 52 años de edad, murió Beulah esperando que los sabios jueces le otorgaran la libertad para poder disfrutar de un final de vida libre de dolor y sufrimiento; nuevamente los jueces le fallaron a la naturaleza. Esperamos que Karen y Minnie logren un trato justo y logren su libertad. Adiós Beulah y perdónanos, no supimos entender tu grandeza, tu resilencia nos anima a seguir luchando por los derechos de los animales.
*Abogado y especialista en Derecho Constitucional de la Universidad del Rosario.