HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL* | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2013

Mi visita a China

 

China  continental se ha convertido en uno de los temas más apasionantes del mundo. Su cultura milenaria, sus luchas colosales, su gobierno innovador e impactante y sus realizaciones gigantescas asombran al universo.

A mí me interesó el origen de su poderoso desarrollo. Como penalista y estudioso de la sociología humana, encontré hechos aleccionadores. Para empezar los chinos repiten: hago para que hagas y todos para todos. Se educa más para la solidaridad que para la rivalidad destructora. El soporte de la sociedad es más la familia que el individuo. No olvidemos que China cuenta con los pensadores y educadores más profundos de la historia. Citemos algunos: Confucio, Mencio, Lao Zi y Zhuang Zi. Además se habla de 200 escuelas de enorme contenido moral, popular y democrático. En China se respira una atmósfera de armonía, de convivencia y de cohesión. El darwinismo occidental brilla por su ausencia. Se respeta lo diferente. Si en materia de tolerancia ideológica algunos lanzan crítica, esto no es lo general. Y en todo lo humano puede haber imperfecciones.

En lo patriótico todos aman la grandeza de su país y se sienten corresponsables de los éxitos o de los fracasos. Para el chino es más importante el pueblo que el monarca y las tradiciones son conservadas y protegidas con fervor. El ascetismo, la austeridad, la disciplina, son el origen de la felicidad de la ciudadanía.

Hoy China protagoniza, afirma el embajador Wang Xiayuan, una tremenda transformación social, política y cultural. Y si juzgamos por los resultados se ha convertido en el asombro de la humanidad. Y más que un milagro oriental o chino, es el sencillo resultado de una lucha tenaz de esta nación para ser un ejemplo de progreso, desarrollo y civilización.

Hablemos de lo económico. Expertos economistas pensaron que los países petroleros y las multinacionales harían excelentes inversiones en América, EE.UU., norte de África o Europa. Y el error fue total. China se ha convertido en el más impresionante escenario de inversión extranjera. Esto se explica por multitud de razones. Tal vez la principal, la alta calidad de la mano de obra y el costo relativamente bajo en comparación con los salarios occidentales. En China se desconoce el explosivo tema de las huelgas, paros y saboteos laborales. El sector laboral se encuentra estimulado en otros campos vitales: educación, salud, vivienda, y protección en diferentes ámbitos. El capitalismo salvaje ha sido un enemigo enconado de salarios y prestaciones onerosas. China protege en forma prioritaria a la familia del obrero. En Occidente todo es un espejismo. ¿Para qué una remuneración aparentemente aceptable, si el labriego o la madre cabeza de familia carece de techo, salud, educación y muchos elementos más? El embajador Wang Xiayuang destaca en sus intervenciones la vocación por el trabajo disciplinado de los chinos, fuente insustituible de riqueza y bienestar.

El Estado es socio en muchas empresas como la hotelera. En Beijin vimos más de 40 hoteles de 5 estrellas con cerca de 40 pisos. En las metrópolis europeas, latinas y estadounidenses disfrutamos hoteles de lujo. Pero no en la misma cantidad. Proliferan hoteles de 4, 3 y 2 estrellas.

La justicia está muy tecnificada. Abundan las cámaras de control y todo cuanto acaece aparece filmado. Esto asegura la prueba para castigar culpables. El carterismo, los amigos de lo ajeno, los maleantes, escasean. China merece el liderato que ha logrado.

 

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*Apartes de conferencia en Academia Bolivariana/Barranquilla.