Salvemos la democracia
Es la primera vez que participo en un proceso electoral, no como candidato, jefe de debate de una aspiración o líder de un partido político. Lo hago como Gobernador de Santander, promoviendo el juego limpio, la democracia participativa, la transparencia administrativa, la masiva participación ciudadana; invitando a los colombianos a defender la democracia. A salvarla de la amenaza de los violentos, los corruptos, los extremistas, los ineptos.
En Colombia, gracias a la reelección presidencial, los únicos funcionarios públicos que pueden hacer campaña proselitista en causa propia son el Presidente y el Vicepresidente. Los demás, tenemos que guardar compostura y acatar la ley. Es decir, garantizar la imparcialidad de la administración pública y promover que los electores voten a conciencia, por los mejores candidatos y las mejores propuestas. Eso es lo que estamos haciendo.
Pero no podemos dejar de advertir lo qué está en juego. En Colombia las elecciones son jornadas marcadas por la esperanza de que las cosas mejoren. De que haya evolución, avances sustanciales y profundas transformaciones sociales, políticas y económicas que se traduzcan en mejoramiento de la calidad de vida de las personas. En revoluciones silenciosas que garanticen los derechos de los colombianos, consagrados en la Constitución de 1991. Derecho a la vida, a la paz, a educación, salud, vivienda, agua potable.
Otra vez estamos en la antesala de decisiones trascendentales para todos. No se trata sólo de votar por alguien, sino de apoyar la democracia, de pensar en los más altos valores colectivos, libres de ataduras, despojados de cualquier egoísmo o vanidad. Las elecciones son la oportunidad de demostrar qué tanto hemos madurado como nación, qué tanto hemos avanzado en la formación de ciudadanos más capaces, más independientes, más valientes. Qué tan claro tenemos el rumbo común. Si el Gobierno nacional ha sido capaz de liberar a cientos de municipios del yugo de los grupos armados, paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, en donde la muerte o el exilio son el destino de quienes se niegan a apoyar candidatos elegidos en orgías de pólvora y corrupción.
Es la oportunidad de demostrarle al mundo que aprendimos la lección de la parapolítica, y que los beneficiarios de esas causas deshonestas no tendrán una segunda oportunidad en las urnas, porque los pueblos no están condenados a repetir la historia de dolor de quienes despojaron de dignidad la política y la convirtieron en un botín de guerra.
Las elecciones son el momento cumbre para expresarnos, para decirles no a quienes cada cuatro año se disfrazan de ovejas, para una vez elegidos convertirse en lobos feroces que hacen del erario su caja menor, para enriquecerse, tomarse la nómina oficial, montar carruseles de corrupción y gobernar de espaldas al pueblo. Esa historia no la vamos a repetir nunca más. No podemos permitirlo.
Tenemos que salir a votar a conciencia. Porque la voluntad de los demócratas debe imponerse en las urnas. Démosles una lección a los corruptos. ¡Digámosles no, nunca más, con ustedes nada! Salvemos la democracia.