Muchos han sido los pobladores de Europa en su milenaria historia. Pero desde el advenimiento de la era cristiana, hace aproximadamente dos milenios, la derrota y cristianización de los llamados pueblos bárbaros, como los unos, los francos, los lombardos, los godos, ostrogodos y visigodos, los vándalos, sajones y otras muchas tribus menores, poseedoras de costumbres y religiones propias bien arraigadas, y la aceptación de la doctrina de Jesús por el Imperio Romano, la gran mayoría del territorio del continente ha sido cristiano.
La lucha de Europa, en estos siglos, por defender la doctrina cristiana, sus enseñanzas y costumbres contra otras, especialmente la musulmana, ha sido constante, además de supremamente violenta, sangrienta… Se puede decir, a muerte.
Sin embargo, esa Europa cristiana está desapareciendo con rapidez, especialmente en las últimas décadas, debido a la gran inmigración de hombres y mujeres de países musulmanes, islámicos. Sí esta migración, la cual, realmente se podría llamar invasión, no deja de crecer a una velocidad y fuerza, cada vez mayor, sin duda, terminará con la hegemonía cristiana en Europa. Entonces, este continente habrá sido conquistado por Mahoma.
Esto amenaza las costumbres europeas, muy especialmente las referentes a las mujeres, por eso para mí es algo alarmante. Hace años pensé cuán afortunadas eran las mujeres de algunos países musulmanes, como Paquistán y Afganistán que llegaban a Francia, Alemania o Italia y podían acceder a educación igualitaria a los hombres, a tener independencia en sus decisiones, como a quién amar, con quien contraer matrimonio y, cosas tan sencillas, como el derecho a salir a la calle sin cubrirse el rostro y el cuerpo, o tener que ir acompañadas de un hombre. Finalmente, musulmanas con iguales derechos a los hombres.
Pero esto no ha ocurrido. Los musulmanes no han sido absorbidos por la cultura francesa. Muchas de sus mujeres siguen bajo el yugo masculino y la ley sharía, practicada en su nueva nación, aún en contra de las leyes de la nación anfitriona. Constantemente suceden absurdos como que, en Alemania y en algunos países escandinavos, los hombres se niegan a que sus mujeres sean atendidas por médicos masculinos y los hombres se niegan a ser atendidos por doctoras.
Generalmente los inmigrantes llegan buscando una mejor vida, mejor alimentación, sistemas de salud y educación y trabajo; o bien salen de sus países huyendo de persecución política. Esto es muy válido y es algo que ha existido siempre en la historia de la humanidad.
Sin embargo, estas gentes arriban con sus costumbres, sus creencias y religiones, muchas de ellas diametralmente opuestas a las de los países anfitriones. Cuando los inmigrantes se convierten en mayoría, superando en número de los locales, como está sucediendo en muchas partes de Europa, por ejemplo, en Marsella (Francia) donde se estima que los musulmanes pueden llegar a ser el 40 por ciento de la población, superando el número de los cristianos, es fácil ver como se han establecido las estructuras sociales musulmanas. No es raro que, en corto tiempo, por su fuerza numérica, pretendan imponer sus costumbres al resto de la población.
De ahí el crecimiento de los partidos de extrema derecha, apoyados, sorpresivamente por la juventud, que exigen de sus gobiernos mayor reglamentación y limitación a la migración musulmana, que amenaza sus costumbres y forma de vida.