JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR | El Nuevo Siglo
Jueves, 14 de Febrero de 2013

Las leyes inútiles

 

Sin lugar a dudarlo, hay una inflación peor que la monetaria, la legislativa.  Los indicadores de medición de eficiencia de un Congresista, no deberían de ser por la capacidad de presentar proyectos de ley, como equivocadamente se ha hecho en el pasado, sino por atajarlos. Nada más perjudicial para la competitividad de un país, que un sistema jurídico complejo, incoherente, contradictorio y exagerado en  regulación.

Mucho nos falta por avanzar en el país en este sentido. Buena  la iniciativa del Gobierno que, a través del Ministerio de Justicia, se procure porque el desarrollo legislativo sea coherente  con el sistema jurídico y se supriman del sistema las que llaman leyes inútiles. Sin embargo, quedó la preocupación, de que dentro de las leyes que publicitaron como tales, introdujeron  normas del Código Civil, entre otras. Eso de tocar este Código sí que es bastante peligroso, el atrevimiento debería ser incluso punible.

La codificación fue la máxima expresión del racionalismo en la Ilustración, una de las mayores conquistas de la humanidad, que luchaba contra  la dispersión  normativa de un particularismo jurídico reinante en la época por  muchas centurias y que  lo caracterizaba una dispersión en las fuentes del derecho privado, dando lugar a múltiples injusticias y a una inseguridad rampante.

Voltaire fue uno de los grandes humanistas defensores de la codificación, como un todo coherente, exhaustivo, durable y racional, redactado con claridad y dando a las personas seguridad en la leyes que debían respetar. El liberalismo aporta sus ideas, y se construye uno de los pilares más importantes en la cultura occidental, el Code Napoleón (1804), del cual celebramos doscientos años de vigencia en la ciudad de Lima, y del que son tributarios los códigos suramericanos como el de Don Andrés  Bello; construido con los mejores materiales en opinión de Josserand.

Ahora resulta que para algún profano, la fuerza simbólica de las normas sobre el libro de los bienes, que se refieren a la libertad de ciertas especies, son inútiles al lado de muchas otras y por ello hay que derogarlas. Grave y craso error.  Más prudencia en la aplicación de una política que es buena. No olvidemos la frase de Napoleón en las postrimerías de su existencia: “Mi verdadera gloria no es haber ganado cuarenta batallas; Waterloo borrará el recuerdo de tantas victorias; lo que nada borrará, lo que vivirá eternamente es mi Code Civil”. Más cuidado que para producir leyes, se debe emplear para derogarlas.