Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Agosto de 2015

“Espectáculo de la fiesta brava tiene tradición”

CONSULTA INNECESARIA

¡Toro!

 

NO  hay obligación de cazar patos, ni de ir a corridas de toros, ni de casarse -curiosamente entre los heterosexuales aumentan los divorcios mientras que los homosexuales tienen fiebre de matrimonio- ni de comer carne, ni de ser vegetariano, ni de asistir a mataderos. El cierre de la Plaza de Santamaría lleva tres años y ahora el Concejo de Bogotá aprobó una consulta popular para saber si se reabre, que costaría miles de millones de pesos sin producir efecto legal porque es al Congreso de la República que corresponde legislar al respecto.  

El espectáculo de la fiesta brava tiene tradición, simpatizantes y adversarios. No es un deporte. Los toros de lidia embisten, se exponen los toreros, arriesgan su vida, salen en hombros o abucheados y en los tendidos muchos van a que los vean más que a ver. El doctor Guillermo León Valencia dictó celebre conferencia en la Universidad de Salamanca sobre toreo y política. Los toros de casta, pocos, reciben amnistía. En los mataderos las amnistías no existen. El respetable público los aplaude. Toros y toreros sufren, la música de las bandas suena y alrededor de la plaza las vendimias, restaurantes, y bares, congregan. Los cronistas taurinos, expertos en  lances, verónicas y manoletinas trinan, antes, en y después de las corridas.

La cultura y el arte se relacionan con el toreo. La demagogia ha campeado con el actual alcalde. Sería tonto, por ejemplo, pedir la clausura de los asaderos de pollos. La Corte Constitucional ya decidió a favor del regreso de trajes de luces, capotes, toros y barras. Realizar la consulta es innecesario y enorme gasto  que se sumaría al desacierto de invertir inadecuadamente los dineros públicos como ocurre a diario. En mi caso no estoy entre los quince mil espectadores que caben en la Santamaría y el toreo no me mata. Los argumentos de los defensores de los animales son débiles. Desde el domingo ocho de febrero de 1930 cuando se inauguró la plaza, hasta hoy, hemos sabido que cuando el torero está bien todo el terreno es del torero; cuando está mal es del toro. Don Ignacio Sanz de Santamaría ofreció a los taurófilos un escenario adecuado. La alcaldía la compró posteriormente y durante casi noventa años hubo temporadas. Es atractivo turístico. Fue declarada monumento nacional por Decreto 2390 de 1984.  Soy partidario de su reapertura  y de que pueda utilizarse también para actividades culturales. En plena campaña electoral autorizar las corridas es asunto que debe resolverse con sentido común. Interesa ahora elegir bien al nuevo burgomaestre de la capital, a los concejales y ediles, sufragio fundamental para lidiar las embestidas de la corrupción, de la mala administración, más fuertes que las de tardes de toros.