La trampa matemática
NO es un misterio: habría que ser ciego para desconocer que el Partido Conservador vive una crisis institucional. Al igual que las demás fuerzas políticas del país, la dirigencia lo ha llevado a vivir de cifras y no de propuestas.
El régimen de clientelismo y votos que tanto daño le ha hecho a la política nacional parece haberse enquistado en la ruta conservadora que, a la fecha, ha sido incapaz de separar las necesidades ideológicas de las electorales.
El resultado de las pasadas elecciones es un consuelo matemático, útil para los candidatos elegidos y no para el futuro de un Partido que se derrumba en medio de sanciones y visiones de mundo ancladas al básico elemento tradicional y no al fenómeno sociocultural que determina los valores de la sociedad contemporánea.
Un Partido que busca sostenerse sobre la alianza con terceros es, a fin de cuentas, un movimiento que piensa en la burocracia y no en la defensa de unos ideales, un actuar sin principios y sin norte.
Cobijarse a la sombra de otros es vender los principios por el placer de la victoria inmediata, vitamina para el ego del elegido y agua tibia para la columna vertebral de la institución.
Si se piensa con cabeza fría, delegar la responsabilidad de dirigir una colectividad ideológica a alguien que ejerce en el Poder Legislativo es como permitir que alguien sea árbitro y director técnico durante el mismo partido.
El resultado de las pasadas elecciones no sólo es la muestra de lo diluida que está la ideología conservadora, debería ser el motor que promueva un cambio desde la raíz.
Es el momento ideal para que el Partido se sacuda del letargo burocrático y renueve sus banderas ideológicas a partir de las necesidades sociales actuales.
Si bien es necesaria una renovación, debería pensarse en un camino interno y no seguir el modelo de los políticos tradicionales colombianos que, en pataletas egocéntricas y caprichosas, terminan por “montar toldo aparte”.
La ideología conservadora no debería ser el reflejo de un pensamiento estático incapaz de concebir un mundo con leyes pensadas en una sociedad de siglos pasados. Por el contrario, el propósito debería ser rescatar y defender esos valores que construyen una sociedad organizada, sin caer en la trampa de exceder los límites que impone la cultura de esa misma sociedad.
Mientras el Partido continúe presa del pensamiento arcaico y de la lógica matemática de alianzas y votos, seguirá siendo el objetivo evidente sobre el que otros construyan capital político y visiones de vida.
El reto conservador está en reencontrar su camino y escapar de la zona de confort clientelista que lo ha convertido en víctima de sí mismo.
@barrerajavier