JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Octubre de 2011

Incoherencias inquietantes

EL  éxito de las naciones y ciudades que han logrado procesos de transformación sobresalientes y en poco tiempo, han sido las piezas de política y estrategia pública y privada coherentes. Independiente de distintas posiciones o posibles expresiones ideológicas, dichas naciones o ciudades han logrado una visión de Estado y unos acuerdos sobre lo fundamental, que permiten alcanzar los objetivos que se han propuesto y mucho más allá.
En Colombia, a diferencia de estos casos exitosos, ahora vivimos un momento de cierta incoherencia. Los ejemplos son de diverso tipo e impacto, pero nos hacen pensar sobre la urgencia en que la “Unidad Nacional” se traduzca en hechos que nos permitan avanzar más compactamente.
Recientemente vimos con orgullo el crecimiento en la inversión extranjera que en 6 meses creció al 91%, cifra inimaginada hace algunos años y que se traduce en crecimientos del PIB por encima del 5%. Naturalmente buena parte de este crecimiento se explica en el sector minero. Pero mientras alabamos este resultado, por el otro vivimos el peor momento de la historia del país para la imagen y reputación del sector minero y petrolero. Al estilo del viejo dicho “pateamos la lonchera todos los días” en los medios de comunicación y en las expresiones de líderes públicos y de opinión. Ahora resulta que generar riqueza con los recursos naturales se volvió casi un delito que atenta contra la naturaleza, como si los seres humanos que habitamos el país no fuésemos parte primordial de esa naturaleza. Todos entendemos que el crecimiento debe ser sostenible, pero las expresiones de los críticos parecen más “fundamentalismo ambiental”.
El riesgo en el que podemos caer es en perder el empuje que llevábamos en aprovechar ordenadamente la riqueza que la naturaleza nos dio en beneficio de sacar a muchos seres humanos de la pobreza y la exclusión.
Otro ejemplo de incoherencia es cómo alabamos la tarea que cumplen nuestras Fuerzas Armadas y el reconocimiento que en ocho años lograron que Colombia pasara de ser una nación arrinconada, frustrada y sin futuro, a una nación que confía en su provenir, que tiene esperanza y que puede prosperar. Pero mientras destacamos estos logros y nos lucramos de su tarea y su entrega de varios años, ahora líderes de opinión se oponen a un trato de justicia transicional para los militares. Se conceden beneficios necesarios y por doquier a guerrilla y paramilitares, pero los militares son enjuiciados muchas veces sin justicia y sin 10% de beneficios que les dan a los enemigos del país, los mismos que lo ahorcaron por más de 30 años. Para no hablar de la incoherencia de una Corte Suprema que es aparentemente más dura con los delitos asociados a la parapolítica que con los delitos de la farcpolítica, al punto que ni siquiera permite el uso de pruebas obtenidas en acciones contra las Farc.
Estas y otras incoherencias hacen que nuestra nación se debata entre la lentitud, la injusticia y la inacción.