JOSÉ MANUEL RESTREPO ABONDANO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Octubre de 2011

Lo bueno, lo malo y lo peor

El Partido Conservador, uno de los más tradicionales, adolece, como lo señalan muchos, al menos de cuatro problemas fundamentales. El primero es una muy poca preocupación por la búsqueda de espacios políticos a través de los cuales ejercer la autoridad. Una cosa es tener interés de liderazgos locales y otra muy distinta sentirse y ser un Partido de gobierno. El mejor ejemplo es Bogotá, en donde ya van varias elecciones en las que en Alcaldía no hay candidato, y en el Concejo hay muy pobres alternativas, y las buenas que hay, lo único que hacen es sumar votos a los gamonales locales y sus familiares.
El segundo problema es ser un Partido en el que valen más los puestos y cuotas burocráticas. Con una adición y es que dichas cuotas terminan siendo cargos de tercera categoría sin ninguna posibilidad de una influencia real en los destinos de la Nación. Esto de nuevo es el resultado de un Partido más de gamonales que de ideas y propuestas, donde valen más las curules de esos gamonales que las propuestas de transformación de país.
El tercer problema es ser un Partido que no tiene votos de opinión y donde tampoco interesa tener líderes políticos con perfil de opinión. De hecho, cualquier líder con imagen de opinión se convierte en una amenaza para los pequeños feudos de gamonales regionales. De nuevo un triste ejemplo es Bogotá, donde hace rato nadie habla de las propuestas del Partido.
La última falencia es que es un Partido sin ideología, sin ideas, sin propuestas coherentes y pensadas. Siempre será más fácil agregar las iniciativas de los gamonales para hacer de eso una colcha de retazos. Hace muchos años el Partido Conservador perdió la brillantez, profundidad y capacidad para opinar que tenía un Álvaro Gómez Hurtado y similares líderes del pasado. Pero ¿para qué pensar, si lo que importa es defender unas curules matemáticamente definidas?
Por eso sorprendió a la opinión pública la decisión del Partido de defender una postura ideológica al acompañar el Acto Legislativo que pretendía la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. A pesar de algunas incoherencias entre quienes defendían la idea, fue positivo que el Partido acompañara a más de 5 millones de colombianos que creen que es necesario, como en el caso de Nohora Valentina, reconocer el valor sagrado de la vida de los niños, y mucho más de aquellos que no tienen quién los defienda.
Tristemente el Senado de la República prefirió, en una mayoría cerrada, la muerte, y nueve personas cancelaron de tajo y sin ninguna discusión seria la demanda de más de cinco millones de habitantes de este país y sus familias.
Bien por el Partido Conservador que se atrevió a defender algo, mal por el país que apostó por la “cultura de la muerte” y peor por el derecho sagrado de los niños a la vida, que no tuvieron defensores mayoritarios.