Ruinas de Bogotá
Son tantos los temas sobre Bogotá, que no se puede dejar en segundo plano, lo acontecido en este ‘otro país’, más allá de lo dicho o prometido por los candidatos a la Alcaldía.
Como respuesta a la pasada columna, sobre la intención del Gobierno local para anticipar desde octubre, el inicio de labores en la administración distrital, dos amables lectores animan la iniciativa y plantean otras inquietudes alrededor de la vida capitalina.
El primero considera que los horarios escalonados deben extenderse a la actividad comercial, para que la jornada comience más tarde y se extienda hasta las 10 de la noche, además de una programación por días y por horas en la distribución de mercancías por zonas. Dice que puede ser un ensayo a partir de noviembre, para evitar la congestión de fin del año.
La estrategia debe evaluarse en toda su dimensión, porque se podría aplicar de manera permanente, como alternativa en todo el Distrito Capital, donde falta planeación y orden.
En otro aspecto, el segundo lector observa que está en crecimiento el abandono de edificaciones, en el centro tradicional de la ciudad, como también en otros sectores residenciales y comerciales que se ven afectados en medio de estos monumentos al desgreño urbano.
A primera vista, parecen objetivos de los bombardeos en las guerras del Medio Oriente. Nunca el Gobierno distrital ha hecho intervención efectiva en el orden administrativo y físico para erradicar escombros y hacer cerramientos especiales mientras les decide su futuro.
Es argumento válido. Esas construcciones sin dueño conocido están en cada cuadra en Teusaquillo, Chapinero, carrera 15 entre calles 72 y 90, carrera séptima al norte, y calle 80 al occidente, sin contar las de muchos barrios de todos los estratos en la ciudad.
Asombra ver casas y edificios derruidos hace varios años, sin que ninguna autoridad haya hecho una detenida inspección en el sitio, para establecer el paradero de sus dueños y el pago de obligaciones tributarias, así como para intervenir en la búsqueda de recursos financieros para la capital.
La Personería Distrital denunció en 2008 120 predios olvidados y convertidos en focos de basura e inseguridad, en márgenes de troncales del transporte público. Ahora pueden pasar de 200, según notarios con experiencia. Están incluidas construcciones terminadas y otras inconclusas, decomisadas al narcotráfico, en los últimos diez años; la liquidada Dirección de Estupefacientes ignoró estos bienes urbanos, producto de allanamientos de Policía Antinarcóticos.
Las ruinas de Bogotá son potencial económico disponible. Si se venden sus predios, fortalecerían inversión social, recursos para salud pública y limpieza urbana.