JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Marzo de 2014

No más circunscripción nacional

 

Muy posiblemente se hayan elegido ayer senadores con credenciales impecables como Álvaro Uribe, Juan Mario Laserna y Carlos Fernando Galán. Pero un Senado que atraviesa, sin que nuestros expertos mediáticos se percaten, por una seria crisis de confianza y representatividad que se origina en la aberrante figura de la circunscripción nacional. No se trata simplemente de congresistas cuestionados éticamente o intelectualmente mediocres. Se trata de una crisis institucional.

Una obra recientemente publicada en Francia La cérémonie cannibale-De la performance politique (Fayard, 2014) del profesor Christian Salmon, columnista también de Le Monde, habla del fenómeno contemporáneo de la deconstrucción de la soberanía y de los dispositivos representativos. No creo tanto en la deconstrucción de la soberanía postulada por la ciencia política postmoderna, pues lo que presenciamos es su fermentación en nuevos polos y distribución clara hacia centros nacidos en nacionalismos en hibernación o dislocación empujada por gritos autonómicos de nuevo cuño.

Pero definitivamente lo que hay muy perceptible en todo el mundo y en particular en Europa es una crisis profunda del dispositivo representativo. El poder de representar y llevar hasta su último término los mandatos de las mayorías está colapsando. La representación legislativa entraña de manera principal un ingrediente de naturaleza territorial. Si lo que se busca es mantener en firme el entramado político y administrativo de un país, cada una de sus entidades territoriales debe contar con representantes en los cuerpos legislativos centrales.

La Asamblea Constituyente de 1991 se llevó de frente este principio al instaurar la circunscripción nacional para el Senado de la República. Así le asestó una literal puñalada en el corazón a departamentos pequeños, como Risaralda, o despoblados como Amazonas,  a su derecho inherente a tener representantes en la Cámara alta. Este derecho lo tienen todas las entidades territoriales que equivalen a nuestros departamentos en todo el mundo, como los Estados en EE.UU., los Bundeslander en Alemania o las Provincias en Canadá.

A nadie sensato se le ocurriría en EE.UU. situar en el riesgo de no tener representación al diminuto Estado de Rhode Island o a la pequeña Nova Scotia en Canadá. La circunscripción nacional daña y corrompe la igualdad institucional territorial y fortalece los transfuguismos electorales que no sólo existen para elegidos sino para electores, algo que algunos desalumbrados constituyentes olvidaron.

El profesor Salmon dice que el poder de elegir se ha destruido y dislocado dentro de las arquitecturas complejas de la Unión Europea en Bruselas y Estrasburgo. Las decisiones de sus cuerpos administrativos y políticos se han refundido en el seno de burocracias anónimas y parlamentarios europeos desconectados de buena cantidad de regiones europeas. Esto dentro de instituciones europeas programadas legalmente para no dejar por fuera la voz de las distintas regiones.

Lo que hay en Colombia hoy en nuestro Senado es acción sin representación, lo cual se inscribe dentro de las formas no democráticas. El resultado más grave es disfuncionalidad estatal e ilegitimidad. Si al diagnóstico de Salmon le agregamos las características propias de nuestro país,  el resultado es un Senado cuyos vínculos con nuestra Colombia de regiones son inexistentes. Y los nexos mínimos que existen están viciados por clientelismo, transfuguismo y ausencia de responsabilidad (del llamado non-accountability)

La explosión de las redes sociales como Twitter y las cadenas de información omnicomprensiva y omnipresente, carentes de criterio, cooperan en la conversión del actual proceso político en un fenómeno de desorientación colectiva en el cual nuestro Senado va carcomiendo poco a poco la institucionalidad.

Es preciso actuar ya y acabar con la perniciosa circunscripción nacional.