El año 2030 según Keynes
En el trasfondo último de la crisis de la Unión Europea se levanta el dedo acusador de las economías ricas nórdicas (Alemania, Suecia, Noruega, Holanda) que señala a las manos prósperas del sur (Grecia, España, Portugal) de no trabajar suficiente. Austeridad manifestada en sobriedad, astringencia y moderación frente a sus antónimos de inmoderación, desenfreno y despilfarro. Trabajo como enseña de vida frente a trabajo como obligación renuente y ocio residual frente a ocio fundamental son las coordenadas sobre las cuales gira el gran debate político.
En 1931, el gran economista británico John Maynard Keynes publicó un breve ensayo bajo el título “Las Posibilidades Económicas de Nuestros Nietos”dentro de sus Essays in Persuasion. En este ensayo Keynes expresó su optimismo hacia el futuro económico pese a las dificultades que siguieron a la Primera Guerra y la gran depresión. Predijo que para el año 2030 el nivel de vida subiría en forma dramática y la población, liberada del deseo consumista, no trabajaría más de 15 horas a la semana, pudiendo dedicar sin premura el resto de su tiempo al ocio y la cultura.
Este ensayo contiene verdades inobjetables nacidas en un criterio histórico superior: la casi inalterabilidad del estancamiento económico de la humanidad hasta el siglo XVII, las mejoras tangibles en los ingresos, la unión de ciencia y emprendimiento productivo para generar progreso tecnológico y la eliminación del trabajo físico esforzado para obtener subsistencia mínima en los países más ricos.
Sin embargo, el genio de Keynes se equivocó en su predicción según la cual “el problema económico” (término del famoso intelectual de Bloomsbury) desparecería para el año 2030 si el crecimiento económico continuaba a ritmo similar al de los 200 años anteriores a su ensayo. Y erró por completo en su predicción acerca de las consecuencias del crecimiento en el largo plazo en consumo y horas de trabajo.
En el libro Revisiting Keynes/The Economic Possibilities of Our Grandchildren (MIT Press, 2011), Lorenzo Pecchi y Gustavo Piga, profesores de la Universidad de Roma-Vergata reúnen los ensayos de 18 economistas, 4 de ellos ganadores del Nobel, con el fin de revisar la hipótesis keynesiana. Gary Becker y Luis Rayo hacen reparo en su trabajo a la desatención de Keynes a las implicaciones positivas por horas trabajadas resultantes del efecto sustitución inducido por mayores ganancias y la diferencia de hábitos de trabajo entre los caballeros ingleses de la época (así son denominados) y los norteamericanos y muchos otros pudientes. Keynes asumió que mayores ingresos llevarían a mayor demanda de ocio a través del efecto ingreso.
Para Rayo y Becker (quien obtuvo en 1992 el Nobel por incluir dentro del análisis microeconómico comportamientos humanos exógenos a los mercados) a Keynes -con su visión fecunda- se le escapó no obstante el análisis de la distribución de tiempo entre trabajo y ocio y la dinámica propia de la variable ocio. Esta cuestión poco trivial, que entraña el recurso temporal, es esencial dentro del análisis económico. Y el ingresar en ella se penetra en espacios de otras disciplinas como la sociología y la institucionalidad.
Austeridad o no, es el gran dilema que se plantean hoy los europeos. Los del sur dicen no y los del norte sí. Los franceses van divididos. Y dentro de la controversia fundamental que señala el futuro de la UE resulta políticamente inviable e incorrecto entrar a calificar gustos y hábitos por el trabajo y ocio de unos y otros que todos conocemos. Pero es imposible señalarlos por las connotaciones nacionales de discriminación y acusación en que el ejercicio concluye.
juan.jaramillo-ortiz@tufts.edu